hielo y vino

En cuestiones gastronómicas hay determinadas combinaciones que parece que no casan. No hace falta ser un experto para saber que algunos alimentos ‘se repelen’… y en cuestiones de vinos, dicen algunos entendidos que pasa algo parecido.

Porque una cosa es una manía personal y otra, que no existan algunos hábitos que el protocolo y los sentidos más finos tiendan a rechazar. ¿Ocurre esto con el hielo y con el vino? Con temperaturas como las que tenemos, ¿es imprescindible echar un cubito de hielo en nuestra copa de vino?

Los termómetros están a punto de explotar. Este calor intenso pide hielo, está claro. Sin embargo y siendo muy tolerantes, si decidimos echar hielo a nuestro vino, que sea a un rosado o a uno blanco. En el caso del vino tinto, mejor probar cualquier otro consejo de los que os ofrecemos a continuación. El hielo no tiene por qué estar en el interior de la copa, bien puede enfriarse ésta de otras maneras.

¿No será mejor enfriar la copa antes que el propio vino?

Si echas hielo en la copa, solo conseguirás aguar el vino y bajar la temperatura de golpe, un paso, que como en casi todo lo que tiene que ver con él, ha de hacerse con paciencia y esmero si queremos no alterar  su sabor.

Lo más importante antes de plantearse enfriar un vino, es saber cuál es su temperatura ideal. Cada vino tiene la suya, como la tienen sus diferentes variedades. Una vez sabido esto, sería conveniente conocer cuál es la temperatura de la botella que nos disponemos a abrir. Para averiguarlo podéis utilizar un termómetro digital creado especialmente para resolver este tipo de dudas. Abierta la botella, toca comprobar la temperatura del vino. Este paso requiere de menor sofisticación porque podéis utilizar el característico termómetro de mercurio de toda la vida.

Alternativas al hielo? Las conoceréis: una cubitera; esta vez sí, con hielo, en la que introducir la botella. Si echas agua y hielo en la cubitera, mejor que mejor. El proceso se llevará a cabo a una velocidad más moderada.

La nevera. Quizás, más fácil aun. Lo único que necesitaremos en este caso es no olvidarnos de meter el vino con la antelación suficiente; una antelación que puede oscilar entre media hora y hora y media, dependiendo del tipo de vino que vayamos a consumir.

El congelador. Un remedio tan rápido como poco recomendable, justificable solo si no hemos sido lo suficientemente previsores o si se nos ha olvidado enfriarlo antes. En cualquier caso, cualquier proceso de enfriamiento, que sea lento, que sea suave, que sea acorde a todo ese proceso tan necesario para la producción de un buen vino en el que las prisas y la falta de paciencia, no tienen cabida… exactamente igual que los cubitos de hielo.