La “guerra” entre los tapones de corcho natural y de material sintético es un asunto que se debate desde hace años, pero parece que el pensamiento es más o menos homogéneo: en general, tanto consumidores como bodegueros, prefieren el corcho natural por razones de las que ya hemos hablado con anterioridad.

El uso del tapón sintético está extendido en los vinos jóvenes, no pensados para un largo envejecimiento. Para los vinos de guarda, sin duda lo idóneo es el corcho natural. Sin embargo, en los últimos años la lucha se ha trasladado entre los defensores y detractores del tapón sintético y el tapón de rosca.

En España, donde el 95 – 97% de los tapones que se usan para cerrar el vino son de corcho natural (datos de 2013) parece que este debate no tiene interés; pero en el resto del mundo este porcentaje baja al 70%.

De hecho, numerosas bodegas españolas cierran sus vinos jóvenes con tapón de rosca para exportar a ciertos mercados como Australia, Estados Unidos o Inglaterra. Algunas de las razones de este hecho son, por un lado, que se trata de países con menos tradición vitivinícola que los históricamente productores y los consumidores son más receptivos a estos cambios, por otro, existe una cultura más extendida de los ‘vinos por copas’, para lo que el tapón de rosca es una muy buena opción.

En este post queremos exponer los pros y contras del cierre con tapón de corcho versus el tapón de rosca.

Por un lado, los dos son igualmente consistentes y libres de TCA, aunque no está garantizado al 100% que podemos encontrar este defecto, pues la contaminación puede venir en ocasiones de la propia bodega (barricas, palets, soportes de madera…). De hecho, los tapones de corcho sintéticos surgieron a finales de los años 80 como una alternativa para evitar el TCA, demasiado frecuente por aquel entonces. La modernización llevada a cabo la industria corchera ha permitido hoy en día minimizar enormemente el problema.

El tapón de rosca mantiene los vinos jóvenes más frescos que el tapón sintético, aunque esto puede diferir en función del recubrimiento que lleve la rosca: existen materiales más permeables que otros, que permiten una mayor o menor micro-oxigenación. El tapón sintético, sin embargo, suele ser más complicado de extraer, sobre todo cuando han pasado más de 14 – 16 meses desde el encorchado.

El tapón sintético es apenas permeable, sella completamente y no permite el desarrollo del vino en la botella, pudiendo generarse desagradables aromas de reducción en  caso extremo. Pero también existen algunos tapones sintéticos que disponen de un pequeño cilindro vertical en el centro, lo que se conoce como ‘orificio de oxidación controlada’, que sirve precisamente para permitir una ligera micro-oxigenación, aunque lógicamente nada que ver con el corcho natural.

En cuanto a la parte económica, los costes de encorchar con tapón sintético son inferiores a hacerlo con rosca. Ya no porque el tapón en sí sea más barato (hay cientos de tipos) sino porque para cerrar con rosca es necesario tener una taponadora especial y una botella que permita alojar este tipo de cierre, más caras que las botellas de cuello estándar.

Respecto a la parte ‘ecológica’,  en general los materiales con los que se fabrican los tapones de rosca suelen ser más biodegradables que los polímeros del tapón sintético. Pero, sin lugar a dudas, la mayor ventaja del cierre con rosca es la posibilidad de servir el vino por copas, una práctica extendida en muchos países del mundo, como ya hemos comentado y el hecho de no ser necesario tener a mano un sacacorchos para poder disfrutar el vino, lo que en determinados países o situaciones es de suma importancia. Pensemos por ejemplo en el servicio del vino en la cabina de los aviones.

¿Por qué en España no se ‘estila’ la rosca? Quizás por tradición, quizás por falta de cultura vinícola o quizás por el  ritual que supone el descorche; lo cierto es el consumidor los relaciona –a priori sin motivo alguno- con vinos de baja calidad.

wine-823619_1280