La historia del vino cobra especial importancia a partir de los siglos XV-XVI. Durante la Edad Media las comunidades religiosas y los monasterios fueron importantes centros de cultivo y elaboración de vino. Además de ser utilizado en ritos religiosos, los monjes abastecieron con sus productos a los peregrinos y ciudadanos de los alrededores, de modo que la actividad de las bodegas se intensificó y empezaron a florecer en monasterios y abadías.

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Desde entonces y durante los siglos siguientes, el vino se incorporó a la dieta habitual y comenzó a potenciarse su comercialización. Estas transacciones comerciales favorecieron el surgimiento de zonas vinícolas que abastecían de vino a la Corte. Sin embargo, a pesar de que en España el vino empezaba a despuntar de manera notable, era Francia el principal país productor. De hecho, se atribuye al francés Dom Pierre Perignon la introducción el vino espumoso y el uso del corcho para las botellas.

El siglo XIX fue clave para la producción vinícola. Los nuevos avances técnicos que se desarrollaron en esta época también llegaron al mundo del vino, creándose nuevas técnicas que sustituyeron a las antiguas prácticas artesanales. Por otro lado, la aparición del ferrocarril favoreció la comercialización del producto.

Hacia finales de siglo, en 1870, la filoxera arrasó los campos y los viñedos europeos. Como resultado, los profesionales procedentes de Francia cruzaron los Pirineos para poder continuar con su labor vinícola, y trajeron consigo gran cantidad de métodos y maquinaria que rápidamente se adoptarían en España, como la disposición de las cepas y el control de le fermentación. Años más tarde la plaga afectó también a España, pero las vides pudieron salvarse y recuperarse gracias al injerto sobre patrón americano.

Ya en el siglo XX, las investigaciones de Pasteur en tecnología aplicada a la elaboración del vino, y la creación de las Estaciones de Viticultura y Enología, impulsaron del todo el mercado del vino. A principios de siglo se creó la Oficina Internacional de la Viña y el Vino, y en los años 30 se inaugura el Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas, gracias al cual impulsó el conocimiento de la enología y su divulgación. Años después, nace la Unión Internacional de Enólogos y, en 1932, se crea el Estatuto del Vino.

Durante este siglo, el vino también tuvo algunas dificultades que superar: la producción vinícola se abandonó durante la Guerra Civil, y la Segunda Guerra Mundial impidió la comercialización europea. A partir de los años 50 empezaría a recuperarse, reactivando los viñedos y desarrollando nuevas técnicas y métodos para la producción que colocarían al vino español entre los mejores a nivel mundial.

A partir de los años 70, proliferó la creación de estatutos y leyes que favorecerían la producción y la regularización del comercio del vino. Entre ellos, destaca la creación del Instituto Nacional de Denominaciones de Origen en 1970, y la Ley de la Viña y el Vino en julio de 2003.

En la actualidad, la industria vinícola española sigue desarrollando nuevos métodos de producción en acorde con un desarrollo sostenible. El producto vinícola español, en sus múltiples denominaciones, goza de una gran reputación a nivel internacional, y se ha convertido en uno de los productos más demandados y más importantes a nivel comercial.