uvas

En España existen multitud de variedades de uva admitidas para vinificar y elaborar vinos de calidad. Una de las características, de hecho, más bonitas de cualquier zona en el mundo es conocer qué productos se cultivan tradicionalmente, pues forman parte de la cultura y el patrimonio de una región.

Sin embargo, a lo largo de los años algunos de esos bienes tan preciados han ido desapareciendo debido a la globalización del consumo y a la falta de personas encargadas de preservar esa herencia.

En el caso de la uva ha ocurrido lo mismo. Por un lado, numerosas variedades han desaparecido o están en peligro de extinción y, por otro lado, y en este caso en concreto, se han sucedido una serie de inconvenientes que ha propiciado la desaparición de dichas variedades.

El Mildiu, el Oidio y otras enfermedades han causado daños irreversibles; pero sin lugar a dudas la enfermedad más letal en el viñedo hasta ahora conocida es la filoxera. La filoxera llegó a Europa desde Estados Unidos a mediados del Siglo XIX y asoló gran parte de los viñedos del viejo continente.

Debido a esta destructiva plaga, se perdió un material vegetal muy valioso que, en muchos casos, ha sido completamente irrecuperable. La replantación se llevó a cabo gracias a injertos sobre pies americanos, completamente inmunes al ataque de la filoxera.

Es entonces cuando en España se comenzaron a introducir variedades foráneas, como el Cabernet Sauvignon o el Merlot, y se comenzaron a implantar clones de variedades locales que difieren en parte de las singularidades de la uva original. Esto es, podría decirse que no son 100% originales, ya que se fue buscando una mayor productividad o que la planta estuviese protegida frente a ciertas enfermedades.

Afortunadamente, cual galos en su pequeña aldea irreductible, también hubo personas que detectaron este problema en el momento preciso y lograron salvaguardar el patrimonio vegetal autóctono de cada zona. Una práctica que se ha vuelto a recuperar desde hace unos años. Ahora la conservación de variedades minoritarias en mucho más sencilla gracias a Banco de Germoplasma de la Vid.

Las uvas autóctonas

Ahora bien, el debate está encima de la mesa. En la actualidad nos encontramos con dos casos: las variedades de vid minoritarias y las variedades de vid tradicionales.

En el primer caso se encuentran las variedades de vid que sólo se pueden encontrar en zonas muy concretas y que normalmente siguen existiendo gracias a viticultores que han preservado el patrimonio natural, a pesar de que no sean tan rentables, como la uva Bruñal en Arribes del Duero y parte de la Sierra de Francia.

En el segundo caso, nos referimos a aquellas uvas que se han adaptado durante siglo a las condiciones de un determinado lugar, a su suelo, a su clima, a las prácticas culturales llevadas a cabo por el hombre. Por ejemplo, el Verdejo se considera una uva autóctona de la D.O. Rueda aunque se duda de su procedencia. O el caso de la Tinta de Toro, que no deja de ser un Tempranillo que con el paso de los años se ha adaptado las características de la Denominación de Origen y ha desarrollado caracteres distintos en cuanto a su morfología y sus rasgos organolépticos.

Para rizar más el rizo, también es necesario tener en cuenta las variedades que reciben distintos nombres en función del área geográfica donde estén plantadas (Cencibel y Tempranillo) e, incluso, variedades distintas que reciben el mismo apelativo, como el Albillo Mayor (Ribera del Duero y Cigales) y Albillo Real (Sierra de Gredos).