Aunque con el avance de la tecnología sea cada vez más infrecuente, aún es probable que al descorchar un vino nos demos cuenta de que está malo o defectuoso. Tanto si somos clientes en un restaurante, como si queremos ofrecérselo a nuestros invitados en nuestra casa, es importante saber detectarlo a tiempo antes de servirlo.

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Si no somos expertos sumilleres, puede que nuestra intuición nos avise de que el vino no está bien, pero seguramente no sepamos verlo a simple vista. Para ello, te indicamos cuales son las principales características que definen a un vino que no se conservan en buen estado. Para detectarlo, sólo tenemos que poner a prueba nuestros sentidos: vista, olor y gusto.

El principal defecto de un vino, y el más fácil de detectar por el olfato, es el olor a corcho, similar al del cartón mojado. Esto provoca que al tener contacto con el vino, éste adquiera el mismo olor. En contacto con el aire, el olor se intensifica y a los minutos se hará más evidente, pero aun así es recomendable oler el corcho una vez abierta la botella. El principal causante de este olor es el 2,4,6-Tricloroanisol o TCA, que crea un olor a moho y humedad. Si crees que tu vino puede tener este defecto, comunícaselo al sumiller. Como cliente, te mereces un vino en buenas condiciones.

Otro defecto común y muy reconocible es el olor a vinagre, muy agrio, producido por unas bacterias acéticas. En los vinos picados también puede surgir un olor a pegamento, y podrás reconocerlo por su aspecto ligeramente turbio. Decir que está picado es la peor calificación que se le puede dar a un vino, produce una muy mala imagen.

También puede darse el caso de que el vino esté oxidado. La oxidación produce un olor a rancio nada agradable. Para identificar este problema, simplemente hay que dejar la botella abierta durante un par de días.

Además de con el olfato y el gusto, también podemos identificar problemas a través de la vista. No hace falta tener un ojo experto, sino simplemente atender a pequeños detalles como:

Trozos del corcho que flotan en la copa. Principalmente debido a un mal servicio del vino.

Color inusual. Si un vino blanco aparece amarronado, o un tinto con toques anaranjados, puede deberse a la oxidación, la cual también podemos identificar a través del olfato.

Cristales. No, no vienen de la botella, sino que son componentes propios del vino que aparecen por acción del frío. No son perjudiciales para la calidad gustativa del vino, únicamente produce una peor sensación antiestética.

Posos. Es propio de tintos añejos y en ocasiones es algo que se valora como positivo. En este caso el vino se presentará algo turbio. Estos posos pueden tener dos orígenes distintos. En el caso de que sean producidos simplemente por el paso del tiempo, el vino tendrá un buen olor y sabor. Se pueden eliminarse con el simple gesto de decantar el vino. Pero también es posible que se hayan producido debido a una fermentación del vino en la botella. En este caso el vino presentará además un olor y sabor desagradable, pudiendo rechazar la botella.

Si crees que tu vino sufre alguno de ellos, te recomendamos que lo dejes de reposar durante unos minutos para cerciorarte y, tras ello, consultar al camarero o al sumiller. Piensa que una botella de vino se podría asemejar a una habitación que lleva tiempo cerrada: lo primero que hacemos es abrir bien las ventanas y esperar unos minutos a que se vaya ese olor. No basta con decir que no te gusta el vino, sino que debes exponer tus argumentos y decir los motivos concretos por los que crees que tu vino no está en condiciones de ser servido. Con estos breves consejos, ahora podrás identificarlos.