avispas y uva

Verano, comida en la terraza, piscina, playa, tapas, fruta, vino y… avispas revoloteando alrededor. Estos insectos tan pequeños como molestos a los que algunos tienen auténtica fobia, pueden empezar a parecernos algo menos peligrosos, algo menos incordiantes; es más, podemos incluso llegar a verlos desde otra perspectiva si entendemos que su existencia está íntimamente ligada a la del vino.

Las avispas cumplen una importante función. Su presencia en los viñedos no es casual, de hecho el proceso de fermentación del vino empieza en las propias avispas, empieza en el momento en el que la avispa picotea las uvas y deposita en su interior la dosis de levadura justa como para que se inicie dicho proceso.

Según varios estudios, son precisamente las avispas y avispones los insectos que más y mejor contribuyen al proceso de fermentación de la uva, puesto que son ellos quienes transportan hasta cada vid la levadura necesaria para que el mosto pueda fermentar.

Las larvas de las avispas y la uva

Otros pájaros e insectos podrían contribuir también a este proceso, pero son nuestras protagonistas de hoy las que adquieren un papel destacado porque, lejos de terminar en ellas el mencionado proceso, éste continúa en sus larvas. Las larvas de las avispas son alimentadas con la uva previamente picoteada, de manera que permanece en su cuerpo durante el invierno permitiendo la llegada de nuevos ciclos que se inician al finalizar la citada estación. Así, durante el invierno, la levadura permanece en el interior de la avispa durante el período de hibernación.

El desarrollo de la vid y con él el de su fruto, están íntimamente ligados al de las avispas. La naturaleza es sabia. Es en las ciudades donde disfrutamos principalmente de los grandes y exquisitos vinos. Sin estar en contacto con su cultivo, con sus  cuidados, con todo aquellos que los rodea y que les permite llegar a nuestras mesas tal y como los conocemos, tal y como los saboreamos, olvidamos con facilidad la función que cumple el entorno en el que crece la uva. Insectos como la avispa ocupan un lugar destacado en todo este proceso, pero no solo por la función recientemente descrita, sino también por la facultad de influir en el sabor del vino gracias a  la introducción de otros pequeños organismos.

Siempre se nos ha hablado de las abejas, de la importancia de la conservación de su hábitat y de cómo el hombre es capaz de arrasar con su entorno natural; sabemos de la necesidad de su existencia y ahora, también sabemos de la inevitable interdependencia que existe entre avispas y viñedos. Las avispas y su trabajo, su capacidad para depositar la levadura en el momento oportuno y en las cantidades justas, son las que dan lugar a la fermentación correcta; son las que contribuyen de forma perfecta a que cada vino, cada cosecha, sea única, sea exclusiva.

¿Molestas? Puede ser, pero como el vino, ellas están ahí por una razón de peso.