No hay espacio suficiente y mucho menos con el que contamos para el artículo de hoy, en el que poder dejar constancia de la inmensa oferta de turismo enológico con la que cuenta la Ribera del Duero. Una vez más, nos centraremos en algunas de ellas, despacio y con buena letra, poco a poco, iremos dando a conocer no solo las bodegas que desde hace tiempo están instaladas en esta región vinícola, sino las múltiples actividades y catas de vinos de la Ribera del Duero. Quizás sirvan estas palabras para terminar de convencer a algún que otro rezagado o indeciso que aun no sabe por dónde empezar a hacer enoturismo en la maravillosa Ribera del Duero.

Enoturismo en Curiel del Duero

Empezamos por la localidad vallisoletana de Curiel del Duero, un emplazamiento ideal para viñedos, bodegas e innumerables actividades relacionadas con el vino y la gastronomía de esta región. Es aquí donde Bodegas Comenge tiene su sede y donde con el mismo cuidado con el que producen sus vinos y cultivan sus viñas, los Comenge reciben a quienes llegan dispuestos, no solo a beber su vino, sino, como ellos dicen, a beberse el paisaje de la Ribera del Duero. Visitas enoturísticas que van desde el paseo por el viñedo hasta la degustación; comidas y celebraciones en la bodega y viajes en globo, tras los que volver a probar alguno de esos vinos que sabemos terminarán en nuestra propia bodega.

La Ribera del Duero es tierra de castillos, de campos llenos de historia que parecen haber dejado su huella en cada uva, en cada gota de vino y en cada plato típico de su gastronomía castellana. Por eso, un fin de semana en cualquiera de las bodegas de la Ribera de Duero, pasa por acercarse hasta sus monumentos y castillos. Esto lo sabe bien Peñafiel, localidad de visita obligada en cualquier actividad relacionada con el enoturismo que tenga lugar en estas tierras.

La visita a su museo del vino, enclavado en su castillo majestuoso, ese que preside desde hace siglos buena parte de estas tierras castellanas.

Turismo enológico para todos los gustos

Enoturismo en la Ribera del Duero, cata de vinos, visitas a bodegas, excursiones por el campo, a caballo o a pie… en definitiva, puro turismo enológico que hace que un fin de semana sea redondo; más redondo aun, si para terminar lo hacemos dando una vuelta por la localidad de Toro, en Zamora, villa que muestra en cada una de sus esquinas su pasión por el vino, el esmero y la tradición vinícola de una región que se ha paseado por el mundo entero gracias a la reputación y calidad de su vino. Toro esconde entre sus paredes y calles un tesoro a través del que descubrir sin dejar de sorprenderse todo el proceso de la uva hasta que llega a nuestras copas; unas copas con las que no nos queda más que brindar por la que esperamos sea una inolvidable experiencia enoturística.