Más allá de manías, caprichos y preferencias personales, la forma de acercarse al vino, de beberlo y disfrutarlo, encierra toda una serie de razones con sentido. Podemos preferir el chato de vino en el aperitivo, en cuyo caso optaremos por un vaso de vino mientras “chateamos” con amigos, generalmente, durante la mañana de alguno de los días del fin de semana.

Otra opción: una copa de vino durante alguna de las mencionadas mañanas mientras disfrutamos de un aperitivo, a poder ser, en una terraza, con buen tiempo y sin prisa.

Ambas costumbres, por lo que significan, por el placer de saborear un momento irrepetible durante el que aparcar cualquier preocupación y cualquier pensamiento, son perfectos. Sin embargo, la sencilla manera de sujetar el recipiente en el que nos sirven ese trago especial, puede marcar la diferencia, convertir en decisivos los minutos y cambiar, por qué no, nuestra manía…Y es que todo tiene una razón de ser.

Para empezar, la copa de vino o el vaso de vino, están hechos de cristal; un material que no ha llegado hasta aquí al azar. Las propiedades del cristal empiezan transmitiendo lo que determinará las sensaciones posteriores que producen el gusto de determinados productos, alimentos, bebidas.

Copa o vaso de vino, todo tiene su momento

De la misma forma que el cristal, cuyo tacto es particular, la forma del recipiente dota también al producto en cuestión, de características particulares. El vaso de vino es capaz de transmitir, por su forma, la manera en la que lo sujetamos, un calor corporal que no transmite la copa de vino, solo porque al sujetarla por el pie, la mano no calienta el vino y permite que éste conserve su temperatura ideal.

Así, a la respuesta de por qué beber el vino en copa, nos encontramos con que hay que añadir que, a la temperatura corporal, la forma de este recipiente es la ideal para mantener y amplificar los aromas del vino.

¿Un chatito de vino? Sí, pero para saborear la tapa rápida, para momentos en los que el vino y la tapa que lo acompañan ceden el protagonismo a charlas y ánimos más festivos. Una copa de vino pide algo más de tiempo para saborear, para prestar la atención que merece un sabor tan poco corriente como el recipiente que lo contiene y que ha sido pensado para ser llenado hasta su Ecuador, para otorgar un efecto concreto y buscado; para dotar de carácter y potenciar el sabor; para conceder el protagonismo merecido a ese vino que, en según qué momento, solo puede ser servido, saboreado y apreciado en una copa de vino.