El burdeos, el champán o el moscatel son algunos de los colores que todos reconocemos cuando escuchamos a los expertos hablar de los tonos que se se van a llevar una temporada; cuando vamos a una tienda y nos explican que determinada prenda solo se fabrica en color púrpura o en amarillo pálido. Todos ellos tienen relación con el mundo del vino, con el resultado del empleo de uno u otro tipo de uva, o de uno u tipo de proceso de producción.

El vino y la moda, la moda y el vino. No están lejos el uno de la otra; unas veces, porque el diseñador se ha inspirado en las diferentes tonalidades de los colores de la uva y otras, porque se convierte a esta bebida en el acompañante y en el complemento perfecto que de una colección. Y es que ambos casan a la perfección.Tampoco faltan las bodegas que han encargado a renombrados diseñadores la creación de sus etiquetas y que han empleado este recurso como argumento de venta queriendo que su producto sea reconocido de esta forma, no solo por su calidad, sino por su imagen.

Que el vocabulario y el entorno de ambos sectores puedan llegar a fundirse y a emplear los mismos calificativos para definir sus productos, no es de extrañar. Numerosos son los diseñadores de moda que han manifestado su gusto por el vino. Entre ellos, Amaya Arzuaga o Roberto Verino no esconden su afición por un sector al que también le dedican tiempo y esfuerzo con sus propios viñedos y a los que sus dotes creativas han llevado a fundir en ocasiones, uno con otro o les han servido de fuente de inspiración para sus creaciones.

El mundo de la moda y el mundo del vino se manejan entre conceptos paralelos. A través de diferentes sentidos, los dos persiguen la elegancia, ambos buscan el recreo de sus consumidores y tanto en uno como en otro, se deja ver el toque artesanal que lo caracteriza y lo encarece.

La moda y el vino se apoyan, se complementan y comparten, entre otras cosas, el vocabulario. La gama de colores es su principal aliado. Hablar de amarillo pálido, amarillo dorado o ámbar para referirnos al vino blanco; hacerlo de tonos violáceos, rojo oscuro o anaranjado y mencionar el brillo o los tonos apagados para aludir al vino tinto, ¿no es como hablar de moda? Lo es.
Una nos viste, el otro viste nuestra mesa y los dos, son irreemplazables.