Anglicismos y galicismos están presentes en nuestro vocabulario habitual, los utilizamos sin apenas darnos cuenta de que se trata de palabras extranjeras, sobre todo si forman parte del día a día de nuestra profesión. ¿Qué pasa si cambiamos de sector y nos trasladamos a otro cuyo vocabulario no nos resulta tan familiar? ¿Seríamos capaces de entender que significan algunos de estos galicismos empleados en el sector del vino? Nuestro gusto por el vino no es, a veces, suficiente para entender de qué nos hablan los expertos cuando intentan explicarnos las bondades de esa botella que acabamos de pedir.

El vino es glamuroso

Que el vino es glamuroso, está claro. Que sus términos en francés lo hacen más glamuroso todavía, seguramente, también. Expliquemos entonces algunas de estas palabras habituales que trasladan a quienes las utilizan ese encanto que de por sí tiene ya nuestro vino.
Si en algún momento alguien nos explica que el vino del que vamos a disfrutar ha pasado por un assemblage único que lo convierte en arte, nos estarán hablando de una maravillosa mezcla de aromas y de vinos que ha sido llevada a cabo antes de dejarlos reposar.

Para decir que un vino huele a corcho, habrá quien prefiera utilizar el término bouchonné, una sensación que experimentaremos al descorchar la botella y percibir un cierto olor a moho.

Para hablar de aquel lugar, generalmente bajo tierra, en el que el vino se conserva, los franceses dicen cave, que no château, porque esta última se emplea para encabezar el nombre de algunas de las bodegas del país vecino, ya sean éstas grandes o pequeñas.

Cuando tiene lugar una mezcla de uvas de diferentes variedades, estaremos hablando de coupage y si lo que queremos es saber a qué se refiere exactamente el término bouquet, tendremos que apellar al sentido del olfato. Y es que si el primero de ellos mencionaba la combinación de diferentes variedades de uvas, el segundo, se emplea para referirse a esa sensación que provoca la mezcla de olores y sabores que solo un vino es capaz de producir una vez lo saboreamos.

No podemos terminar sin explicar que si en algún momento nos preguntan si queremos que nos sirvan un vino chambré, se estarán refiriendo a un vino servido a temperatura ambiente. En este caso, quizás convenga recordar que lo ideal sería que la temperatura de nuestro vino blanco fuera de entre 10º y 12º, y de entre 16º y 18º, para el tinto.

A este vocabulario tan breve como útil, solo le queda añadir una última palabra que no puede faltar cuando nos encontramos ante una estupenda copa de vino a punto de ser bebida: santé! ¡Salud!