En un artículo anterior dejábamos caer el hecho de que la industria del vino es, como otras, una de las grandes afectadas por el fenómeno del cambio climático y como consecuencia, de la preocupación del sector por estudiar la repercusión del aumento de la temperatura en el cultivo de la vid y las medidas tomadas ya por algunos para adelantarse a futuros problemas.

Mencionábamos igualmente a algún grupo de expertos que, entre otros muchos, han centrado sus trabajos de investigación en este tema. Hoy continuamos en esta línea.  No son pocos los que, inquietos por el cambio climático, siguen centrando muchos de sus esfuerzos en orientar e informar a la industria vitivinícola.

En los últimos años, por parte de algunos viticultores y bodegueros se vienen observando ciertos cambios en el proceso de maduración de la uva. Se aprecia una tendencia a que se produzca un desfase entre la madurez en el contenido en azúcares, más temprana y la madurez de aromas y polifenoles, más tardía. Cada vez resulta difícil determinar el punto óptimo de cosecha: podemos tener en las uvas el grado adecuado cuando no se ha alcanzado la máxima intensidad aromática y los taninos son amargos y altamente astringentes. Este desfase supone un reto para los enólogos ya que el consumidor en los últimos años demanda vinos de aroma intenso, taninos maduros y menor grado alcohólico. Este es hoy el reto a resolver.

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Parece claro que una de las consecuencias que el cambio climático tendrá sobre nuestra región será, junto con el aumento progresivo de las temperaturas medias, el aumento de los periodos de sequía y que, ante semejante panorama, el uso de tecnologías se presenta inevitable, tanto, que será lo que determine el éxito o fracaso del cultivo de la vid. En este sentido, uno de los proyectos de investigación más importantes ha sido el desarrollado por el consorcio CENIT-DEMETER (acrónimo de Desarrollo de Estrategias y Métodos vitícolas y Enológicos frente al cambio climático. Aplicación de nuevas Tecnologías que mejoren la Eficiencia de los procesos Resultantes), cuyo objetivo ha consistido en ayudar a los productores de vino a adaptarse a nuevas condiciones medioambientales, entre las que destacan el factor de la altitud. Nada menos que 26 empresas, 31 grupos de investigación españoles pertenecientes a 17 Centros Públicos de Investigación y 5 Centros Tecnológicos han intervenido en los trabajos desarrollados, lo que da una idea de la magnitud de los retos a los que nos enfrentamos.

Entre las líneas de investigación desarrolladas cabe destacar los estudios de transcriptómica que relacionan los cambios de expresión génica con el proceso de maduración de la uva (síntesis de azúcares, aromas y polifenoles…), las técnicas vitícolas de adaptación del viñedo a las nuevas condiciones derivadas del cambio climático, la gestión del riego como herramienta capaz de incidir en aspectos como el vigor, la fertilidad o la composición de la baya, las estrategias de adaptación de levaduras y bacterias a la nueva composición de mostos y vinos, la incorporación de tecnologías avanzadas en la gestión enológica como estrategia de adaptación al cambio climático, o la implementación de medidas medioambientales como la reutilización de aguas residuales y el análisis del ciclo de vida del sector del corcho.

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A pesar de que en nuestro país puede cultivarse la vid en prácticamente todas las regiones, el mencionado proyecto hace hincapié en la necesidad de la correcta planificación del riego, el traslado del cultivo a zonas de mayor altitud, hasta ahora consideradas  como poco propicias para el correcto desarrollo del cultivo, o en la disposición y orientación de las filas de viñas con el fin de aprovechar mejor los recursos disponibles.

El Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario, NEIKER-Tecnalia, es otro de los organismos dedicados al estudio de las repercusiones del cambio climático sobre el cultivo de la uva y sus consecuencias sobre el vino.

Para ello, el citado organismo ha trabajado en la comparación entre la especie Tempranillo cultivada en las condiciones actuales y otras sometidas a mayor temperatura, diferente textura del suelo y menor riego, puesto que una de las consecuencias del cambio climático será la de una disminución de lluvias y un peor reparto de las mismas.

Entre las conclusiones alcanzadas en sus proyectos de investigación, destaca el hecho de que la escasez de agua retrasa la maduración de la uva y afecta de forma decisiva al aroma, color y sabor de los vinos.

Las conclusiones de diferentes trabajos y proyectos parecen apuntar siempre en la misma dirección: el clima determina la idoneidad de una región para el cultivo de la vid y, por lo tanto, la calidad del vino que producirán sus campos.

Parcela 'Pago de la Magdalena' en Comenge, con cubierta vegetal

Parcela ‘Pago de la Magdalena’ en Comenge, con cubierta vegetal

Gracias a estos estudios hoy tenemos muchos más detalles de lo que sucede en nuestras viñas, pero no por eso se ha dejado de buscar soluciones. Bodegas Comenge participa activamente en este sentido, desarrollando nuestros propios proyectos de investigación en colaboración con el Grupo ENOTEC-UPM (perteneciente a la Universidad Politécnica de Madrid) y desde este año formamos parte de la Plataforma Tecnológica del Vino.

La importancia del sector vitivinícola en la economía pasa por que éste sea tenido en cuenta de cara a fomentar una I+D+i dirigida a conseguir una gestión óptima de la industria del vino y de los agentes que intervienen en ella. De ello dependerá nuestro futuro.