Ahora que los viñedos de la Denominación de Origen Ribera del Duero se encuentran en plena brotación y las cepas lucen ya pequeñas hojas, hemos querido tratar un asunto que ‘trae de cabeza’ a muchos visitantes que condicen entre el mar de viñedos de la Milla de Oro: Cómo distinguir la variedad de una cepa de otra.

La tarea no es nada sencilla, ni siquiera para los especialistas en el campo, ya que incluso cada variedad puede presentar una forma algo distinta (por ejemplo el tamaño de los racimos o las hojas) dependiendo de la zona vinícola en la que esté asentada.

La ampelografía es un campo de la botánica que estudia la identificación y clasificación de las especies del género ‘vitis’ y cuando hablamos de ampelografía práctica, nos referimos al reconocimiento visual de las variedades de vid y porta-injertos.

Ilustraciones del libro de Rojas Clemente (1879)

Ilustraciones del libro de Rojas Clemente (1879)


Para poder distinguir una variedad de otra, es necesario observar las diferencias de todas las partes de la vid e, incluso, en diversos momentos del ciclo vegetativo: el color de los racimos y las hojas, la vellosidad (si las partes tiene pelitos o no y cómo son), la forma tanto del tronco de la planta como de las hojas, de los racimos y de manera individual de las bayas, las características de los pámpanos, etc… Como hemos comentado, una labor concienzuda y que conlleva años y años de estudio y observación.

la foto 3

Con el fin de ayudar al ojo inexperto a empezar a distinguir algunas de las variedades de vid más comunes, recogemos algunas características diferenciadoras de cada una de ellas:

Tintas:

  • Tempranillo: Es un racimo ovalado, aunque no excesivamente alargado, de tamaño medio y con bayas redondas de color azulado. Suele ser bastante compacto. Las hojas presentan un color oscuro y tiene forma pentagonal con los dientes muy marcados.
  • Cabernet Sauvignon: Los racimos son pequeños, en forma de cono, no excesivamente compactos, con un tamaño y forma de las bayas mediana y homogénea. Las uvas no son tan coloreadas como las de Tempranillo y las hojas se diferencian por sus dientes ojivales. Es una cepa de porte erguido.
  • Merlot: Racimos muy pequeños de compactación media. Las hojas no son excesivamente grandes, están dividida en tres partes ojivales y los dientes son muy pequeños. La cepa tiene un porte semi-erguido.
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Blancas:

  • Verdejo: Los racimos son pequeños en su origen, aunque incide mucho el porta-injerto, son alargados y con dos hombros bien diferenciados. El color de la uva es amarillo verdoso y las bayas son de tamaño medio cilíndricas. Las cepas de verdejo tiene un porte rastrero y las hojas con medianas y pentagonales.
  • Albillo: Racimos muy pequeñitos y cortos, bastante compactos. Las bayas son pequeñas y doradas, con una piel muy fina. En la Ribera del Duero se emplea el Albillo Mayor, también llamado Pardina, que es de porte más erguido que el Albillo Real. Las hojas son más bien pequeñas.
  • Chardonnay: Es una de las variedades más extendidas en el mundo, por lo que su distinción puede ser realmente complicada en función de la zona. Los racimos suelen ser pequeños y uniformes, con un color de las bayas amarillento y unas hojas prácticamente redondas y grandes compuestas de cinco lóbulos.
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Estos son sólo algunos (muy pocos) de los elementos diferenciadores de las variedades de vid más conocidas. ¿Os imagináis aprender a distinguirlas entre unas 10.000 variedades de vid en el mundo? Para ir empezando, os recomendamos la lectura del libro La Vid y Los Vinos Españoles, escrita por Don Miguel Comenge, y que recoge sus estudios de caracterización de las distintas variedades que existían en España en los años 30.