Hubo un tiempo en el que el vino se conservaba en cuevas. La extensa trayectoria y la antiquísima tradición de tan indispensable producto, va unida a los avances y al desarrollo por el que ha pasado la producción del vino durante su larguísima existencia.

Aunque aún hoy en día hay quien emplea cuevas para la conservación del vino que produce, la visita a uno de estos lugares nos traslada a tiempos remotos y deja que nos invada la sensación de estar haciendo un viaje en el tiempo. ¿Cómo serían estas excavaciones construidas y pensadas para albergar el vino hace cientos de años? ¿Por qué se les ocurrió almacenarlo bajo tierra? ¿No había otra posibilidad?

El legado histórico que suponen las cuevas y las diferentes formas de conservación del vino que ahora nos transporta hasta épocas pasadas y con el que revivimos mediante historias y relatos de quienes nos guían por ellas, fue en su momento, absoluto imperativo. Las cuevas respondieron perfectamente a la imperiosa necesidad de conservar el vino porque no existían, en aquellos tiempos, otras técnicas para preservar tan apreciado tesoro.

Como siempre, la naturaleza vino y viene a resolver las urgencias rutinarias del hombre, en esta ocasión, proporcionando con sus cuevas, no solo el lugar en el que conservar el fruto del arduo y delicado trabajo, sino dotándolas de unas propiedades características del subsuelo cuya temperatura y humedad resultaron ser las óptimas para poder conservar y dar continuidad a lo que hoy es ya una industria del vino de la que disfruta casi toda la humanidad.

Las cuevas, lugar ideal para conservar el vino

No es de extrañar que cuanto mayor sea la tradición enológica de un país, más numerosas sean también las riquezas históricas acumuladas en su territorio. En este sentido, contamos afortunadamente, con unos tesoros que se mantienen hoy en día y que se reparten por una geografía en la que la orografía de este país ha hecho Historia, una Historia en la que el vino está irremediablemente asociada a la cultura y a la sociedad españolas desde siempre.

El desarrollo y la evolución de la producción y conservación del vino estuvo ligada a la existencia de cuevas, tiempos en los que era la estructura y configuración del espacio y ventilación de las bodegas, los que determinaban el proceso de elaboración del vino. Parece imposible imaginar que se pudiera trabajar sin muchos de los medios actuales, pero en el vino, como en muchos otros sectores, el hombre ha sido capaz de aprovechar lo que la naturaleza ha puesto a su alcance.

El legado histórico que nos deja la antigua forma de producción y conservación del vino y, dentro de él, particularmente el de las cuevas y el profundo conocimiento de sus características, es posiblemente, una de las bases más importantes en nuestra cultura del vino. De ellas, a pesar de la modernización y enriquecimiento de los procesos de producción del vino, bebemos y tomamos los aspectos más importantes. Ellas son quienes, con su existencia, sentaron las bases y permitieron que el hombre mejorara, con el tiempo, sus características y propiedades de conservación.

Las cuevas de hoy, mejoradas y sofisticadas, siguen respondiendo a las necesidades de la uva para que ésta pueda llegar a convertirse en el vino que tan gustosamente consumimos. Las cuevas en las que se conservaba y trataba el vino, eran ideales por dotar a su espacio de la temperatura idónea para su fermentación. Lo que en la actualidad es posible conseguir gracias a la utilización de materiales aislantes, en la antigüedad venía dado de forma natural. Lo mismo ocurría con su ubicación. Las cuevas debían estar ubicadas de forma que facilitaran la posterior distribución del vino. Tal vez fuera esta una de las razones que explican que muchas de ellas fueran pequeñas bodegas familiares con una capacidad de producción limitada, la justa para producir y consumir en la propia familia o distribuir el vino entre las familias cercanas.

En aquel entonces, las bodegas familiares, que formaban parte de las propias viviendas, eran cuevas excavadas bajo las casas, algo que permitía las propias características del terreno en el que se hallaban, generalmente terrenos calizos y arcillosos.

Sea como fuere, la capacidad del hombre de adaptarse al medio en el que vive y el haber sabido aprovechar los recursos que la naturaleza ha puesto a su disposición, han sido la cuna de lo que hoy es la cultura del vino en toda la extensión de estos términos. Sean cuales fueren las características del terreno de la región en la que desde siempre se ha producido vino, hoy contamos con un legado importantísimo que hemos desarrollado gracias a la tecnología y a la evolución de los tiempos, pero que hoy también podemos seguir aprovechando y manteniendo para que nos pueda seguir transportando a aquellos tiempos en los que lo exquisito, seguramente igual de sabroso que ahora, era elaborado con medios, aparentemente menos sofisticados.