Días de regalos, de cenas, de ‘amigos invisibles’… Así es la Navidad. Y un presente bastante habitual en estas fechas para los sibaritas, aficionados al vino, ‘wine lovers’ o simplemente un buen recurso para los que no saben qué regalar, son los decantadores o estuches con artilugios para el vino.

El decantador, ése bonito recipiente que luce en el aparador de casa y del cual se desconoce realmente cuál es el mejor momento para usarlo. ¿Para todos los vinos tintos?, ¿para los reserva?, ¿para presentar más bonito el vino en la mesa?

Lejos de rayar la cursilería en esto del servicio del vino, hemos querido recoger algunas pautas para explicar cuándo conviene y no decantar, cómo se decanta y qué otras opciones hay.

Pero vamos a empezar por el principio. Antes de nada, hay que descorchar la botella sin movimientos bruscos, es importante no ‘tocar las maracas’ con el vino, pues los sedimentos que pueda haber en el fondo de la botella se pondrán en suspensión. Después, se inclina un poco del decantador (limpio, también es primordial) y se vierte el vino de forma continua, siempre mirando el cuello de la botella para que no caigan dichos sedimentos.

¿Hasta ahí todo correcto, verdad? Pues, como recogió el especialista en vino Javier Pulido hace unos años en un artículo… ¡error! Si no se ha catado el vino antes, éste puede tener algún defecto que obviamente no se ha solucionado en el proceso.

Por lo tanto, lección uno: Catar el vino antes de decantarlo.

COMENGE-VERDEJO[1]

Trasvasar o decantar

No hay que confundir la decantación con el trasvase. Aunque tampoco nos vamos a poner muy ‘tiquismiquis’, lo cierto es que no es lo mismo. El trasvase es pasar el vino de un recipiente a otro y se emplea, por ejemplo, para los vinos blancos que aparecen un poco cerrados, quizás por una estancia en depósitos sobre sus lías.

También es una buena práctica para atemperar el vino, ya que en España existe la costumbre de beber los blancos recién sacados de la nevera y eso le hace flaco favor a la expresión de los aromas.

Respecto a la decantación, se llevará a cabo cuando el vino presente sedimentos en la base de la botella. Estos sedimentos no son, en absoluto, un defecto del vino, sino partículas derivadas de su elaboración pero, en apariencia, no suelen gustar a los comensales y por ello el vino se decanta. Además la decantación sirve para que el vino se oxigene y los aromas ‘aparezcan’ más fácilmente.

Nos referimos a los vinos calificados como reserva o gran reserva; pero hay que ser cauto con los vinos muy viejos. En ocasiones, cuando un vino tinto se encuentra en su fase de decrecimiento, una excesiva oxigenación puede acelerar este proceso. En todo caso, la decantación debe hacerse al trasluz para poder comprobar que los no caen al decantador.

Dado el tiempo que se emplea durante estas fechas en comer o cenar, un interesante ejercicio es permitir que el vino se exprese por sí solo. Es decir, eludir la decantación y dejar el vino en la botella, en la copa, oler, probar, en distintos momentos. Los aromas se abrirán poco a poco hacia una gama muy amplia, compleja, interesante y cambiante. ¡Magia!