Somos muchos a los que nos gusta acompañar nuestras comidas con una copita de vino y los que destinamos una parte de nuestro presupuesto semanal a la compra de este producto… y somos muchos también, los que desconocemos sus cuidados más elementales.
Hoy nos dirigimos a todos aquellos que aún no conocen las recomendaciones más básicas sobre los cuidados de ese vino que sirven en la cena; nos dirigimos a quienes no saben con certeza si deberían colocar la botella en posición vertical u horizontal, si deberían guardar la botella en la nevera o si tienen que volver a ponerle el corcho a la botella una vez abierta…
Para empezar, una nota curiosa. Resulta que la característica botella de vino a la que estamos tan acostumbrados, no siempre fue así. Hasta aproximadamente el año 1.700, la base de las botellas de vino era más redonda, con una forma similar a la de una cebolla y el cristal del que estaban hechas era más fino. De la misma manera, si antes se guardaban en posición vertical, ahora es más aconsejable hacerlo en posición horizontal. La razón es porque en esta posición el tapón de corcho permanece siempre húmedo y por tanto expandido, siendo más difícil que pueda pasar oxígeno; de hecho, es habitual encontrar en las neveras actuales un espacio destinado a que las botellas puedan guardarse en esta posición. Eso sí, si la botella que tenemos tiene tapón de rosca -que puede ocurrir si el producto viene de otro país- la posición de la botella es irrelevante.
Lo más importante para una buena conservación del vino es la temperatura. Ésta deberá ser constante y no estar sometida a cambios bruscos. La temperatura ideal para una buena conservación del vino ronda los 14º – 17º. Cuanto mejores sean los cuidados que le demos al vino, más tiempo se conservará en buen estado puesto que, al fin y al cabo, se trata de un producto perecedero y la temperatura de conservación es uno de los factores que más pueden acelerar el proceso de evolución.
Lo ideal es contar con una vinoteca, que además de mantener una temperatura adecuada, mantiene la humedad entre el 65% y el 80%, evitando la sequedad de los tapones y la aparición de rezumes.
Otro aspecto importante a considerar es la luz. Si podemos evitar la luz directa sobre nuestras botellas de vino, evitaremos reacciones químicas perjudiciales; y si podemos conservarlo en un lugar ventilado, tanto mejor. En este sentido, es conveniente no guardarlo en cajas o en cualquier otro envase conductor de calor. Precisamente por esta razón, la cocina no es el lugar más indicado para conservarlo ya que suele ser una de las estancias más cálidas de la casa. El humo y los olores pueden, además, terminar contaminando el vino del que pretendemos disfrutar. Un sótano, una despensa o una bodega, serían espacios más recomendables, si bien sabemos que no es siempre posible en muchos de nuestros hogares.
Una vez abierta la botella, y si sabemos de antemano que no la vamos a terminar, es importante volver a taparla con el fin de evitar la excesiva oxigenación. Aunque el vino tinto dura más que los rosados o blancos, se recomienda consumir la botella antes de una semana desde su apertura en el caso de los vinos tintos, y como mucho cuatro días en el caso de rosados y blancos. Cuantos más aromas afrutados tenga el vino, más frescor perderá según vaya pasando el tiempo desde que hayamos abierto la botella. En las vinotecas o tiendas de utensilios de cocina podremos adquirir unos prácticos tapones de silicona que, junto con una pequeña bomba de vacío, nos permitirán extraer el aire restante de la botella y conservar el vino restante en mucho mejor estado; y si todavía estáis dispuestos a mejorar aun más la conservación de esa botella especial que no hemos terminado, podéis emplear un inyector doméstico de nitrógeno, lo que os permitirá tener la botella a medias en buen estado durante muchos más días.
Otro consejo que os damos es que esas botellas que se han quedado a medias las guardéis en la nevera, pues cuanto menor sea la temperatura más lenta será la evolución del vino. Eso sí, en el caso del vino tinto, acordaros de sacarla de la nevera unas horas antes de consumirla para que no esté tan frío.
Dicho esto, solo nos queda despedirnos. ¡Salud!
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