Consumo de vino

Como ya os hemos explicado en alguna ocasión, existen diferentes consumidores de vino. Influyen diferentes factores para configurar el perfil de cada uno de ellos y muchas variantes que condicionan su comportamiento.

Principalmente inciden la experiencia, en cuanto a periodicidad y hábitos, y los conocimientos de la cultura vitivinícola. Pero dicha experiencia de consumir vino se puede valorar desde diferentes dimensiones: emocional, cognitiva y afectiva.

 

Antes, durante y después de consumir el vino

Antes de beber un vino hay que comprarlo o elegirlo en una, a veces, extensa carta. A esto se suma el ritual de conservación y el de servicio.

El sistema de compra va desde el supermercado hasta el tercer canal* (bodegas, tiendas especializadas…), pasando por la hostelería.

Los más novatos se guían por recomendaciones de amigos y suelen basar su decisión en el precio y hasta por la etiqueta. Les siguen quienes ya confían en sus conocimientos, convirtiéndose en líderes de opinión en muchos casos. Ellos ya basan sus decisiones de compra en la variedad de uva, origen, productor… y buscan cualquier tipo de información que haga más precisa su elección.

Por su parte, los expertos se rigen por su vasta cultura vitivinícola y descartan por completo la compra en grandes superficies, ya que la temperatura y la luz influyen mucho en la calidad del vino.

Durante el consumo, todos disfrutan del placer de tomar un vino. Unos valoran el momento y la compañía, otros juzgan con cada uno de los sentidos la calidad del producto.

En esta fase, incluso, un mismo vino puede ser diferente en función del estado anímico o de con quién lo estés compartiendo o con qué lo estés acompañando. Pero, sin duda, es el momento más placentero.

Después de consumirlo, debe quedar el retrogusto del sabor y también de los conocimientos adquiridos, del momento vivido y el recuerdo de los aromas y sabores para que se archiven en la memoria. Todo, para que esa experiencia sea de final largo y persistente.

 

El comportamiento del consumidor

Estos datos, se extraen del estudio realizado por Investigadores del ICVV (Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino) del grupo Análisis del Aroma, Sabor y Enología (LAAE-Rioja).

En él han analizado el comportamiento del consumidor y los factores que afectan a la elección del producto. Han tratado de identificar las dimensiones que configuran la experiencia de consumo de vino y, para ello, han elegido a individuos con diferentes niveles de implicación y experiencia: desde un nivel usuario, sin conocimientos, a profesionales del vino, pasando por un consumidor altamente implicado.

Además, se ha observado que el nivel de experiencia y de implicación del consumidor determina el peso que se otorga a cada una de las dimensiones implicadas en la experiencia de consumo: los consumidores con menor implicación en el mundo del vino, valoran más las dimensiones sensorial y afectiva.

Sin embargo, los expertos, optan más por la sensorial y cognitiva. Y los consumidores altamente implicados, son los únicos que se mueven en las tres dimensiones.

En definitiva, las experiencias de los consumidores de vino son el resultado del pre, peri y post consumo.

 

Conclusión

Existen diferentes tipo de consumidores y en función de su nivel de cultura y de implicación con el vino, la calidad percibida se valorará más sensorial, cognitiva o emocionalmente. Una experiencia multisensorial en la que intervienen numerosos factores con un único fin, el disfrute y el aprendizaje. Solo el vino tiene el privilegio de catalogarse como un producto hedónico y autoexpresivo.