Poda Comenge

En el mes de diciembre y, después de varios días con las temperaturas por debajo de cero grados -se han llegado a alcanzar –15ºC en algunas madrugadas-, las cepas entraron en estado de reposo o parada vegetativa. Esto quiere decir que la savia deja de circular por el interior de la planta y que ha recogido los nutrientes y sales minerales suficientes para resistir el letargo invernal.

El último mes del año, junto con enero y febrero, son los clásicos para hacer la poda de invierno, pero ¿con qué fin? Esta práctica cultural es una de las más importantes en el viñedo y tiene dos objetivos principales. El primero de ellos es limitar el crecimiento de la cepa. La viña es una planta trepadora, es decir, los brazos o sarmientos crecen en forma de liana, de ahí la formación de zarcillos en los pámpanos, elementos que la ayudarán en su sostenimiento vertical. Gracias a la poda corta de la vid conseguiremos ralentizar el envejecimiento de la planta, renovando la madera vieja. El segundo objetivo de la poda es controlar la producción de cada cepa, pues del número de yemas fértiles que dejemos dependerá el rendimiento de nuestro viñedo.

De forma natural, las yemas situadas a partir del 4 o 5 entrenudo tienen una mayor fertilidad que aquellas situadas en la base del sarmiento. Este es un carácter que depende también de cada variedad y elegiremos el tipo de formación y poda a practicar en función de los resultados deseados. En variedades con baja fertilidad de las yemas basales practicaremos la poda en Guyot, que nos permite dejar varas con mayor número de yemas, mientras que variedades con fertilidad adecuada en las yemas basales podemos optar por practicar podas cortas con pulgares de dos o tres yemas. En ese sentido, los Reglamentos de los Consejos Reguladores limitan el número máximo de yemas por hectárea permitido, siendo éste de 40.000 yemas en el caso de la Ribera del Duero. Un exceso de yemas y por tanto de racimos causará un debilitamiento de la planta, un envejecimiento prematuro y una gran competencia entre los racimos que tendrán grandes dificultades de maduración. Por eso es importantísimo podar la vid y tener claros los objetivos perseguidos.

Podar no es cortar palos, es preciso tener conocimientos técnicos, conocer el viñedo y saber qué se quiere conseguir. La elección de los cortes a practicar, la dirección del corte, la sección, la edad de la madera a suprimir serán claves en el posterior desarrollo y envejecimiento de la planta. Un corte mal practicado puede ocasionar la muerte de la cepa o de alguna de sus partes unos años más tarde. Como norma general, conviene no practicar cortes en madera de más de dos años, pues la vid no tiene la capacidad de formar callo sobre la superficie de corte, cualidad que sí tienen otras especies leñosas. Los cortes realizados sobre madera de tres años o madera vieja tendrán muchísimas dificultades para cicatrizar, creando con el tiempo un cono de desecación que afectará al sistema vascular de la planta, pudiendo provocar su mortandad.

Lo idóneo, de hecho, es que siempre serán los mismos podadores los que se encarguen de un viñedo o plantas específicas, pues así podrán comprobar cómo se comporta la vid cada cosecha. En un año climático difícil, con aparición granizo durante la época de crecimiento que haya afectado negativamente a la vid, la tarea de poda es aún más ardua: de una correcta ejecución dependerán las cosechas venideras.

¿Cuándo podar?

Como hemos comentado al principio de este post, lo habitual que es que la poda en seco se realice durante eL invierno. Pero en realidad los podadores tienen más meses para escoger: desde el agostamiento (caída de las hojas), hasta el preludio de la brotación, cinco en total.

El momento de poda también determinará la cosecha siguiente. Si se hace una poda muy temprana, cuando las hojas no se han caído aún, se logrará una reducción del vigor de la planta, pues estaremos privándola de parte de las reservas nutricionales del año siguiente. Puede ser una práctica recomendable en aquellos viñedos que presenten un exceso de vigor.

Muchos viticultores, incluidos algunos de la Ribera del Duero, apuestan por una poda tardía, ya en primavera. Esta práctica provoca un retraso en la brotación, pues las yemas axilares frenan la brotación de las yemas basales. Esto es debido a que en nuestra zona son comunes las heladas tardías, por lo que de esta forma tienen menos riesgo de que afecte a los nuevos brotes. En nuestro caso suele ser la práctica habitual, comenzando la poda a mediados de febrero en las parcelas menos sensibles a heladas y terminando a finales de marzo en aquellas cuyo emplazamiento las hace mas susceptibles de sufrir daños por las temidas heladas de finales de abril y principios de mayo.

Veremos que nos depara esta primavera del 2021…