Para disfrutar de un buen vino, es importante la calidad. Elegir el vino adecuado en cada momento y de acuerdo al menú y a la razón social por la que se sirva es fundamental. Sin embargo, dentro de toda esta puesta en escena, tan agradable para quienes gustan de acompañar estos momentos con vino, hay un elemento indispensable: la copa en la que lo vamos a servir y que vamos a sujetar entre nuestras manos.

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El vino, como otras tantas bebidas, es susceptible de caprichos y manías personales. Hay a quien le gusta la sensación de sujetar una copa grande y abierta, incluso, durante las cenas cotidianas de cada día y hay quién, por el contrario, prefiere utilizar un pequeño vaso de vino; aquel tan diminuto que durante generaciones ha formado parte de la vajilla casera y que sigue acompañando al vaso grande de agua a la hora de la cena o de la comida.

Pero cuando hablamos de vino, la copa es, sin lugar a dudas, la reina; una reina versátil, capaz de adoptar la forma correcta no solo para según qué situaciones, sino para según qué tipo de vino. Podríamos decir que existen casi tantas copas como vinos. Las hay para vinos blancos, para vinos tintos, para vinos espumosos y para vinos dulces; las hay de tallo largo, de vidrio fino, de boca ancha y de boca estrecha. Las hay también más opacas o más transparentes; las hay para vinos de gran calidad y para el vino de diario… las hay incluso, según el tipo de uva.
… Y entre semejante oferta, ¿cuál es la que debo utilizar?

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El vino blanco agradece las copas más pequeñas. Los vinos más ligeros y afrutados las prefieren porque no necesita estar en contacto con la temperatura ambiente tanto como el vino tinto. Así, un vino tinto con cuerpo, se encontrará a gusto en una copa grande de boca ancha y de vidrio fino y transparente que, por un lado, le permita respirar y por otro, nos deje apreciar su color y su textura.

Los vinos espumosos sobreviven bien en copas aflautadas de boca más estrecha. En ellas las burbujas se mantienen más tiempo asegurando su sabor y su aroma. Pero si estás a punto de servir un vino fino, lo más importante es la transparencia de un cristal en el que estén ausentes las decoraciones y los colores.

Sumiller Santceloni David Robledo Sirviendo Don Miguel Comenge
En estas situaciones, y a pesar de la inmensa cantidad de diseños de copas tan llamativos como coloridos, lo más importante es disfrutar del vino sin que ningún obstáculo por innovador que sea, nos lo impida. La austeridad no está reñida con la elegancia, bien lo sabe ya la reina de copas.