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Te gusta el vino. Lo disfrutas, lo bebes con moderación y lo haces para acompañar esos minutos a los que muchos llamamos ‘nuestro momento del día’. Sabemos que el consumo de vino es sano, una copa de vino al día, es un hábito saludable.

Dicho esto, es fácil pensar que cualquiera que sea el rato escogido para relajarse y disfrutar de un vino, libro en mano o cena tranquila, es, sin duda, un buen momento. Sin embargo, ¿qué hora del día es aquella en la que el vino resulta especialmente beneficioso para nuestro cuerpo? ¿Hay alguna hora especialmente indicada para servirse esa copita que además del disfrute sensorial y emocional, añada un beneficio notable para nuestro organismo? Es difícil saberlo. Es difícil aislar lo emocionalmente saludable y beneficioso, del resto, porque como sabemos, la razón y la emoción suelen necesitarse la una a la otra para que reine el equilibrio.

Así, para los profesionales del sector, encargados de las catas y de analizar los vinos desde los sentidos, la mañana es ‘su momento’; la no interferencia de otros factores, el comienzo del día no deja espacio a la ‘contaminación’ de otras sensaciones o problemas. Esto lo saben bien los profesionales.

Tu momento para disfrutar del vino

Sin embargo, muy distinto es el caso de quienes vivimos el vino de otra manera, de quienes disfrutamos precisamente, de los conocimientos de aquellos que ya lo han analizado y nos lo sirven en bandeja para que podamos disfrutar de ‘nuestro momento’. Hay quienes esperan con ganas el final del día para olvidarse de las preocupaciones y del estrés de la jornada laboral y se preparan el aperitivo vespertino de antes de la cena con auténtico placer.

Los hay que se reservan para ocasiones especiales con amigos o en buena compañía… hay tantos enamorados del vino como ‘momentos’. Ahora bien, si entramos en recomendaciones médicas, en consejos saludables y en cuidados personales, nos encontramos con que la noche es, posiblemente y desde todos los puntos de vista, la mejor franja horaria para prepararnos tan esperada copa.

Algunos dicen que el vino ayuda a perder peso. Está claro que si sustituimos algunos de los caprichos, dulces y aperitivos nocturnos por una copa de vino, nuestra salud y nuestros kilos de más -en el caso de que existan-, nos lo agradecerán. De la misma forma, una copita de vino en lugar de un postre a base de dulce, después de la cena o de la comida, también parece ser un hábito saludable.

Según la publicación online worldlifestyle, varios científicos de la reconocida Universidad de Harvard, afirman que una copa de vino después de la comida y otra después de la cena, reducen considerablemente las probabilidades de ganar demasiado peso. No seremos los primeros en afirmar que entre las múltiples bondades del consumo moderado de vino, se encuentra la de quemar grasas.

Conclusión: si conseguimos hacer coincidir ‘nuestro momento del día’ con ese otro en el que nuestro cuerpo nos lo agradezca especialmente, tanto mejor. Doble momento, doble agradecimiento, doble equilibrio.