Cuando el refranero español dedica buena parte de su contenido a las uvas, a la vendimia y a todo lo relacionado con las maravillosas experiencias asociadas al vino, por algo será. Apenas estrenado el otoño y recién terminado septiembre, dice el refranero español que “por San Miguel están las uvas como la miel”, un guiño a la vendimia con el que urge al sector a ponerse manos a la obra para que “antes de noviembre, tu viña sin fruto quede”.

Sí, es la época de la vendimia, todo ese trabajo que combina espectáculo y tradición; cercanía, empatía y cuidados de unas viñas cuyas uvas llenarán nuestras botellas de vino hasta el próximo año. La vendimia, la recolección de unas uvas en las que su proceso de maduración varía en función de las condiciones climáticas y del tipo de uva.

La vendimia, por fin llega ese momento en el que, como el origen latino de su nombre indica, experimentamos el resultado de arrancar y retirar de la viña su fruto. Este procedimiento milenario que se inicia ahora en la Ribera del Duero y que ha sido practicado en todo el mundo durante siglos, ha sido siempre motivo de celebración. Hoy, las bodegas acercan el vino hasta el consumidor, le muestran y explican cómo se crea, le permiten experimentarlo y ponen a disposición de sus más fieles seguidores y de quienes sienten curiosidad por este mundo, la vida de esas uvas que terminarán en su copa.

La celebración de la vendimia en la historia

Las razones para vivir la vendimia pueden haber cambiado a lo largo de los siglos. Los motivos de celebración son sin duda diferentes y el público que puede acceder a él, también.
En Egipto, el vino producido y obtenido de las uvas vendimiadas, estaba reservado a la realeza y a momentos y rituales religiosos de máxima importancia.
En Grecia y haciendo honor a Dionisos, dios del vino, patrón de la agricultura e inspirador de la locura y del placer, los viticultores invitaban a los pueblos cercanos a la fiesta de la vendimia, acontecimiento durante el que se suspendía cualquier otro asunto público con el fin de que todos pudieran disfrutar de los cinco días de fiesta en los que se celebraba semejante tradición. De nuevo, el primer vino del año era gran motivo de ovación y el dios Dionisos, a quien se le brindaban todos los honores y agradecían la llegada de un manjar que favorecía la unión y acercaba los hombres a los dioses.
En Roma no faltaban tampoco razones para celebrar la vendimia. La recogida de las primeras uvas servía para celebrar grandes fiestas en las que la presencia del vino era tan importante como lo era su excesivo consumo. La creencia de que quien bebiera vino no envejecería, favorecía sin duda, la afición y el gusto por llevárselo a la boca.

Origen milenario

Sin embargo, más allá de honores a los dioses, de creencias y tradiciones, la vendimia contó siempre con expertos en la materia encargados de dar las instrucciones necesarias para que el proceso fuera llevado a cabo convenientemente y el vino obtenido fuera de la mejor calidad. Los cuidados, la importancia de las viñas, las técnicas empleadas, el conocimiento de la naturaleza y el lugar privilegiado que ocupa la vendimia en la vida de quienes se dedican al vino, no ha variado demasiado a lo largo de la historia.

A pesar de los evidentes cambios que trae el paso del tiempo, de la modernización y de la investigación y desarrollo por los que pasan la industria del vino, su origen milenario y la trascendencia e importancia que se le ha concedido siempre, tienen como consecuencia resultados similares y sentimientos afines a los de otros tiempos cuando se trata de experimentar y vivir la vendimia.
De ella, de la vendimia, se decía y se dice que es algo mágico; posiblemente el momento más importante en el proceso de la elaboración del vino. La conciencia de la importancia de cada paso durante la recolección es algo que no ha cambiado. Todo un ritual antes y todo un ritual ahora. Han cambiado quizás, los honores y anfitriones a los que se les dedicaba tan importante momento. Ha cambiado el acceso de la gente a un producto como este que ha terminado por integrarse en las costumbres y en la dieta habitual de muchos hasta convertirse en relevante atractivo turístico y en motor económico, pero la magia y la alegría de un proceso que cuenta ya con más de 8.000 años de vida, no lo ha hecho.

La vendimia es una fiesta

De una u otra forma, hablar de la vendimia es hablar de fiesta, es hablar de cultura y es hablar de tradiciones asociadas y dictadas por el clima y el terreno en el que se cultivan las viñas. Hablar de vendimia es hablar de tantas como regiones productoras de vino; es hablar de un interés turístico y cultural que, en España, empezó a desarrollarse con especial ahínco allá por la mitad del siglo pasado.

Hablar de vendimia es hablar origen, de celebración y volviendo a nuestro refranero, de miel.