Se acercan unas fechas que, esperadas por unos y recibidas sin ganas por otros, tienen siempre un componente cuando menos social. Nos guste o no, la Navidad es motivo de reuniones familiares, sociales, laborales… y en ellas siempre hay una botella de vino para acompañarnos.
Hay quien se esfuerza especialmente por agradar a sus comensales y hay quien aprovecha estos días para acudir a algún lugar de etiqueta. De nuevo, en cualquiera de los casos, incluso para quienes prefieren dar a estos momentos un toque de normalidad y comodidad, siempre hay un mínimo. Allá donde haya una mesa puesta, una botella de vino, otra de champán o de cava y gente dispuesta, hay un protocolo básico que conviene recordar.
Empezaremos entonces, desde el principio. Desde el mismo momento en el que nos sentamos a la mesa, momento en el que, de encontrarnos en un restaurante, pediremos nuestros platos y después acudiremos al sommelier del mismo para pedirle consejo en caso de que fuera necesario.
Elegido el vino y una vez en nuestra mesa, deberán abrir la botella delante de nosotros y servir al anfitrión del evento una pequeña cantidad con el fin de que éste dé su aprobación.
Si la reunión se celebra en nuestra casa, podemos seguir los mismos pasos. Tendremos varias botellas de vino acordes a nuestro menú, así que podemos preguntar a nuestros comensales cuál desean beber y que uno de ellos sea quien lo pruebe y alabe nuestra elección. ¡No olvides tener cada una de ellas a la temperatura adecuada de consumo!: entre 5 y 7 grados centígrados los blancos y espumosos y entre 15 y 17 los tintos, en función de la edad del mismo. Una temperatura adecuada de servicio es uno de los puntos más importantes para poder disfrutar del vino. Si os vais a reunir un numeroso grupo de comensales, te recomendamos escoger botellas de formato mágnum (1,5 litros). Además de poder disfrutar todos del mismo vino, estas elegantes botellas le darán un toque especial a vuestra celebración.
Tanto si nos encontramos en un restaurante, como en nuestra casa, la disposición de la mesa puede ser semejante. Este protocolo tan básico no tiene por qué ser seguido a diario en el común de los hogares así que, llegado el momento, quizás sea conveniente recordarlo. Las copas de vino y las copas o vasos de agua deberán situarse en diagonal al plato a su derecha por este orden: primero y más cerca de los cubiertos, la de vino blanco, en segundo lugar la de vino tinto y por último, más alejada, la de agua. Procura que las copas no tengan olores extraños, pues esto también afectará al sabor del vino servido en ellas. Puede sucedernos si llevan tiempo guardadas en un armario.
En cuanto a los cubiertos, los tenedores deberán colocarse a la izquierda y cucharas y cuchillos a la derecha. Tenedores y cuchillos de carne estarán más cerca del plato que los destinados al pescado.
Ya sentados a la mesa, el encargado de servir el vino deberá hacerlo con cuidado y delicadeza. Un producto como este se vale de medidas determinadas para no perder su sabor y mantener su temperatura. Así, se llenará una tercera parte aproximadamente, de las copas de vino blanco y de reservas y crianzas. El resto de vinos más jóvenes e incluso rosados, podrán servirse hasta llenar algo menos de la mitad de la copa.
Para terminar, importante recordar un detalle que, de no respetar, puede dar al traste con cualquier esfuerzo por seguir el protocolo: la forma de sujetar la copa. Es importante hacerlo con sujetarla por el tallo o por la base, porque hacerlo por el cuerpo colaborará a calentar el vino además de ensuciar la copa con las manos, y esto puede no ser lo más adecuado.
Y ahora… ¡no os olvidéis de comprar unas buenas botellas de vino para disfrutar en compañía en estas entrañables fechas!
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