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Foto de Underwatercellar

El mar y los grandes ríos encierran hermosos misterios debajo de sus aguas, criaturas extrañas, barcos hundidos y, sí, también vino.

En numerosas ocasiones los investigadores han rescatado de diversos naufragios botellas de vino que dormían plácidamente desde hace siglos. Uno de los hallazgos más interesantes se produjo en el año 2008 frente al Delta del río  Ebro, en Cataluña, cuando las redes de un pescador quedaron atrapadas en los restos de un barco inglés que se hundió en 1813 durante la Guerra del Francés.

Entre los múltiples tesoros que se encontraron en ese barco se encontraba un cargamento de vino. En concreto, lo que más llamó la atención fue una botella sellada. Resultó ser un fondillón, un vino dulce típico de Alicante elaborado con la variedad Monastrell.

Años después del descubrimiento se organizó una exposición para mostrar al público los objetos encontrados y aprovecharon la ocasión para extraer con una fina jeringuilla un poco de vino de aquel antiguo recipiente. El vino estaba en perfectas condiciones.

También en 1998 una buena mercancía de botellas de champagne fue rescatada de un naufragio producido en 1016 en el Golfo de Finlandia. La añada, 1907, un vino que estuvo en la carta del Titanic  y que los adeptos a la historia tuvieron la ocasión de probar por un precio al alcance de muy pocos en una subasta.

¿Qué tiene el mar para conservar el vino durante tantos años? Concurren varios factores que afectan a su conservación: la temperatura del agua, la presión, la salinidad y el movimiento de las mareas. Además existen otros dos fenómenos muy importantes para el correcto mantenimiento del vino en cualquier espacio, la oscuridad y el silencio.

La crianza submarina le aporta al vino ciertas características organolépticas, principalmente aromas secundarios y terciarios. Salinidad, complejidad, aromas minerales, en definitiva, un ‘bouquet’ muy particular. Según algunas experiencias, la maduración de los vinos se da manera anticipada, pero muy bien integrada.

Las aguas de las costas de California, Francia, Italia y España esconden grandes vinos en sus profundidades. Una labor, sin embargo, que no está al alcance de cualquiera si se desea efectuar de forma adecuada; ya que las botellas deben ser sumergidas por submarinistas profesionales en emplazamientos especialmente dedicados a ese fin.

En nuestro país, existe un organismo, el Laboratorio Submarino de Envejecimiento de Bebidas (LEB) que se encarga de investigar los efectos de la crianza del vino en el agua del mar. Han construido unos galones La Bahía de Plentzia (Vizcaya) que albergan botellas de vino y están rodeadas de vida marina.

No sólo agua salada

La crianza de vino subacuático no sólo se lleva a cabo en agua de mar, sino también en agua dulce. Hace unos meses, una bodega de Castilla y León sorprendió con la introducción de una partida de vino en el embalse de Las Cogotas, en Ávila, mediante una serie de jaulas. Veremos  con ganas cuál es el resultado.

De la misma forma que no sólo se emplea el fondo marino, la botella no es el único recipiente para envejecer vino bajo el agua. En las costas gallegas, son numerosos los viticultores que se han atrevido a criar sus vinos submarinos en ánforas de barro. Un guiño a los naufragios de los barcos romanos, egipcios y griegos.