¿Qué es la industria inteligente? ¿Responde la industria del vino a los requisitos exigidos en esta nueva nomenclatura? Lo que se ha dado en llamar industria 4.0 o Cíber-industria del futuro, hace referencia a una nueva organización de los medios de producción y con ellos, a una asignación eficaz de los recursos y a una capacidad de adaptación a las necesidades de producción. Este tipo de industria inteligente, tiene muy en cuenta la digitalización y la coordinación de los diferentes elementos que intervienen en el proceso productivo con el fin de poder responder de forma a óptima a las necesidades mencionadas, al final de cuyo recorrido hay siempre un cliente exigente, interesado en conocer en tiempo real las condiciones en las que se encuentra el producto que va a consumir.

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Efectivamente, la industria del vino es una de aquellas a las que tiene en consideración la mencionada Cíber-industria del futuro, industria 4.0 o Cuarta revolución industrial. Si Internet y su aplicación a buena parte de los sistemas de comunicación es una de las respuestas a esta demanda de digitalización, entonces, la industria del vino, no se queda atrás… y junto a Internet, cualquier sistema que favorezca unos envases cada vez más ecológicos, sistemas antifraude o la tecnología que permita interactuar con el consumidor e informarle del momento óptimo para consumir el vino, las condiciones en las que éste es transportado o vídeos varios de catas y maridajes.

No en vano la industria del vino cuenta, desde 2011, con su propia Plataforma Tecnológica Vitivinícola (PTV), una entidad destinada a impulsar la competitividad de esta industria mediante una apuesta firme en I+D+I y para lo cual, se dirige a todos los agentes implicados en la cadena de producción, a empresas, asociaciones, centros de investigación, universidades y, en definitiva, a cualquiera que pueda convertirse en parte interesada.

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Entre las innovaciones tecnológicas que merece la pena destacar dentro de la industria del vino, se encuentran, por ejemplo, la investigación dirigida a la creación de envases inteligentes especialmente pensados para garantizar la autenticidad del producto; etiquetas que permiten medir el nivel de humedad y la temperatura a la que está sometida el vino o los tapones creados para absorber oxígeno residual que pueda quedar en la botella y garantizar así, su idoneidad.

En la misma línea y siempre atendiendo a los criterios de esa Cíber-industria, se trabaja por crear aromas agradables y envases que alarguen la vida del producto; envases que rompen con lo más tradicional y cuya utilización dependerá siempre de los criterios de quien produce el vino y del tipo de mercado al que se dirija. Cada producto tiene su mercado, su clientela y sus necesidades a la hora de diferenciarse de su competidor.

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En la industria del vino, desde la más tradicional, hasta la más ‘transgresora’, cada uno sabe por qué quiere que se distinga su producto, si necesita de elementos llamativos y especialmente visuales o si, sin dejar de innovar e invertir en la mejora de sus productos y de las últimas tecnologías asociadas a ellos, prefiere, sin embargo, seguir apostando por la imagen de ‘toda la vida’, por esas botellas que, sin ser excesivamente llamativas, encierran un líquido exquisito.