Francia es uno de esos países de mención obligada cuando se habla de vino, de su industria y de enoturismo; hablar de Francia, uno de nuestros países vecinos, pasa inevitablemente, por hacerlo de Burdeos. Las rutas del vino que pueblan el país galo son innumerables. La riqueza vinícola y gastronómica, sus incontables paisajes, monumentos y, en definitiva, su patrimonio histórico es tal, que empezaremos por la internacionalmente conocida ciudad de Burdeos.
Pero practicar enoturismo en esta región, pasa por organizar lo que puede ser un gran viaje con tiempo, dedicación y meticulosidad. La enorme extensión de sus viñedos obliga, para empezar, a escoger entre alguna de sus seis rutas del vino de las que, solamente, la ciudad de Burdeos, es en sí misma ruta enoturística y punto de partida desde el que lanzarse a la aventura francesa del vino.
Burdeos, el que puede ser ese punto de partida desde el que organizar el resto del viaje, se convierte hoy en nuestra protagonista. La primera visita que todo amante del enoturismo debe hacer aquí es la correspondiente a la Ciudad del Vino, La Cité du Vin como dicen los franceses, una oda al vino y a su patrimonio cultural.
La Ciudad del Vino de Burdeos es un espectáculo repartido a lo largo de 13.350 metros cuadrados en el que habitan 19 módulos temáticos a los que poder acercarse en ocho idiomas diferentes. Una experiencia enoturística en la que sumergirse durante más de diez horas, dirigida y guiada por unos cien expertos en la materia. Toda una dimensión patrimonial y universal del vino en su máximo esplendor que no hace más que abrir el apetito a todo lo que venga después.
Se anuncia más adelante una visita por su casco histórico, Patrimonio Mundial de la Unesco desde el año 2007; la coherencia urbanística y arquitectónica que ha sabido mantenerse durante siglos hasta conseguir que cientos de los edificios que la habitan hayan sido considerados monumentos históricos y hasta convertirse en parada indispensable del Camino de Santiago.
Más enoturismo
Quizás, solo quizás después de haber disfrutado de tan completa visita, de tan extensa oferta vinícola y gastronómica y de un ambiente en el que armonizan y conviven a la perfección los muros más antiguos con las más modernas técnicas vitivinícolas, podemos empezar a pensar en nuestro siguiente paso. A partir de aquí, Médoc, Sauternes y Graves, Saint-Emilion Blaye y Bourg, Burdeos y Entre-deux-Mers, son solo algunas de las posibilidades.
Visitas a los Chateaux y jornadas temáticas; catas y circuitos que recorren muchos de los viñedos que pueblan la región, transportes de lo más diverso en los que desplazarse por la zona, ocupan y completan una rica oferta enoturística, pensada tanto para sorprender a los neófitos, como a los más expertos amantes del enoturismo.
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