Lejos de pretender escribir un manual sobre los vinos de Jerez (necesitaríamos un blog entero sólo para explicar la tipología y a características de los mismos), con este post queremos hacer un pequeño homenaje a la Denominación de Origen Jerez – Sherry que cumple, ni más ni menos, que 80 años.

A lo largo de todo el año se han  estado organizando numerosas actividades por todo el país: desde conferencias, presentaciones, la ‘sherry-week’, incluido el hermanamiento con la D.O. Cigales durante el ciclo Cine y Vino en la Seminci de Valladolid, sobre lo que ya hablamos en un anterior post.

Uno de los acontecimientos más importantes en torno al cumpleaños de la D.O. Jerez- Sherry será los próximos días 26, 27 y 28 de noviembre, cuando se celebrará un Congreso Científico donde expertos de diversos sectores analizarán la evolución de éstos vinos andaluces a lo largo de ocho décadas de vida.

Pero, ¿qué les hace tan especiales a los vinos de Jerez? Para comenzar, es necesario hablar de las características climáticas y ampelográficas del Marco de Jerez, aunque también es necesario detallar que hay grandes diferencias desde la propia ciudad de Jerez de la Frontera a Sanlúcar de Barrameda (abrazado por el mar al sur y por el Parque de Doñana al oeste), o El Puerto de Santamaría.

En líneas generales, el clima en la D.O. Jerez – Sherry es cálido y, dependiendo de las subzonas, el mar humedece el ambiente creando ambientes distintos según la orientación. Lo más curioso, sobre todo para nosotros que estamos en la Ribera del Duero, es que la pluviometría es prácticamente el doble en nuestra zona: llueve en torno a 600 mm al año, frente a los 300 -330 mm de Valladolid. Eso sí, de 365 días que tiene el año, durante 300 días hace sol y el agua cae en los 65 restantes.

Otra peculiaridad del terroir de Jerez es su suelo, “la albariza”, formado por caliza y sílices en mayor y menor proporción. La albariza es el mismo suelo que se encuentra en la región de Champagne, Francia.

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Los vinos

El Consejo Regulador de la D.O. Jerez-Sherry tiene como principales variedades autorizadas Pedro Ximénez, Moscatel y Palomino, variedad reina de la zona tanto por su historia como por la calidad de sus vinos. Esta última variedad era también la más extendida en la zona Rueda hace unos 30 años, cuando se usaba para elaborar vinos para cocinar, conocidos como los vinos ‘rancios de Serrada’.

Los vinos generosos son los más conocidos de Jerez, aunque también se elaboran vinos generosos de licor y vinos dulces naturales.

Manzanilla: Elaborado con palomino y de forma exclusiva en Sanlúcar de Barrameda

Fino: El concepto es el mismo que para la manzanilla (crianza con velo de flor) pero se elabora en otras localidades que no son Sanlúcar de Barrameda.

Amontillado: También hecho con palomino, mezcla las dos elaboraciones típicas de Jerez, la crianza biológica, sobre velo de flor, y la crianza oxidativa, cuando el velo desaparece.

Oloroso: Igualmente con palomino, se trata de un vino, que por sus características de estructura y potencia, se le destina directamente a la crianza oxidativa, añadiéndolo alcohol para su envejecimiento.

Palo Cortado: La filosofía de este vino podría resumirse en que el enólogo o bodeguero tiene un vino que, por su singularidad, no puede incluirse en ninguno de los grupos anteriores y se le somete a una especial crianza, “receta” personal de la cada casa.

Los vinos de Jerez se pueden encontrar en restaurantes de prestigio de todo el mundo pues, aunque a priori no lo parezca, son vinos muy gastronómicos. Si te gusta el picante, no dudes en tomar un amontillado para incentivar esa sensación, disfruta de un buen aperitivo con fino o manzanilla – ¡por no hablar del jamón ibérico! – y no te pierdas un oloroso con un plato de carne de caza o un guiso.