Bodegas Comenge ha presentado recientemente la nueva imagen de sus vinos, una imagen que representa la esencia de la bodega pero con un diseño más actual, elegante y limpio. Esta renovación ha ido acompañada de la incorporación de un nuevo vino: Familia Comenge Reserva, elaborado con viejas cepas de la variedad tempranillo certificadas como ecológicas.
Familia Comenge tiene 26 meses de crianza en barrica de roble francés, con la idea de rescatar la tradición de las largas crianzas en roble, propia de los grandes vinos de guarda que se elaboraban en la Ribera del Duero.
En anteriores posts ya os hablamos de las diferencias entre las barricas de roble americano y de roble francés pero, ¿por qué someter a un vino a tan larga crianza? Hace años era una práctica muy habitual, pero cada vez estos vinos de guarda son más difíciles de encontrar. En parte porque su coste de elaboración es alto, entre la crianza en barrica y la posterior crianza en botella, son muchos meses en los que el vino permanece en la bodega sin rotación; pero en parte también influyen las modas.
Sí, el mundo del vino también hay modas y actualmente el público demanda vinos jóvenes, fáciles de beber, con mucha fruta y no demasiado complejos. Sin embargo, en Bodegas Comenge se ha querido ‘volver a los orígenes’ con Familia Comenge.
Para empezar, es necesario tener en cuenta que antes de criar un vino en barrica, es necesario pensarlo muchísimo tiempo antes de empezar a vendimiar; pues no toda la uva vale para una larga crianza y en la bodega también hay que tener en cuenta una serie de factores para preparar el vino en bodega para este extenso letargo en barrica.
Una cuidada crianza en barrica es un factor decisivo en la calidad de un vino. Durante el proceso en el que el vino permanece en la barrica se desarrolla un proceso oxidativo, es decir, el oxígeno penetra lentamente por los poros de la madera con el fin de oxidar algunos componentes naturales del vino, como los polifenoles.
Durante este proceso de micro –oxigenación la madera aporta al vino algunos componentes aromáticos, los aromas de juventud de un vino se funden con los aromas de la crianza en roble. Estos aromas secundarios hacen que el vino gane en complejidad aromática y calidad, siempre que la madera esté bien integrada.
Cuanto más tiempo permanezca el vino en barrica, la cesión de compuestos tánicos y el aporte de los componentes aromáticos de la madera se llevará a cabo de una forma mucho más sutil, fina, por lo que los vinos ganarán en elegancia, en madurez.
Para que el vino evolucione correctamente en barrica asimismo conviene tener en cuenta que las condiciones de temperatura y humedad deben ser constantes. El escenario óptimo es una temperatura de entre 10 y 12ºC, pues si es mucho mayor el proceso de micro-oxigenación se aceleraría, y una humedad relativa de entre el 80 y 90%.
Tan importante como la crianza en barrica, lo es la crianza en botella. Muchas veces habréis escuchado a sumilleres y enólogos decir “a este vino le falta botella”. Esto quiere decir que, el vino necesita algunos meses para que todos los compuestos naturales que contiene se unan, se redondeen para que no haya ninguna arista (para que ninguna característica del vino sobresalga sobre otra).
Este proceso de crianza en botella se llama ‘crianza reductiva’, porque evita que el vino esté en contacto con el oxígeno, ayuda a que no se pierdan los aromas primarios o varietales y a suavizar los taninos de la madera, a limar su astringencia.
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