La vendimia no termina con la recogida de la uva. Después de unas intensas semanas en las que las labores en la bodega se multiplica por mil, aún queda mucho trabajo por hacer: remontados, descubes, trasiegos, limpieza…

Los enólogos deben estar al tanto de que las fermentaciones se desarrollan con normalidad y que los parámetros analíticos de los vinos son los adecuados. Las barricas deben estar preparadas para poder llenarlas con los distintos vinos y que comience el periodo de crianza.

Con respecto a los vinos jóvenes, los cuales salen al mercado aproximadamente en Navidad, es el momento de clarificar, filtrar y embotellar. Es conveniente un periodo mínimo de crianza reductiva en botella con el fin de que el vino se redondee antes de que llegue al consumidor.

En el campo, se empieza a preparar el siguiente ciclo. La climatología de la estaciones de otoño e invierno también marcará la nueva cosecha. Es importante que llueva lo suficiente para que el suelo recoja recursos hídricos de cara a cuando comience el nuevo ciclo vegetativo, por ello no es de extrañar ver cómo algunas bodegas riegan el viñedo durante las estaciones invernales si la lluvia no hace su presencia.

Limpieza para evitar enfermedades

Uno de los trabajos que se llevan cabo durante esta época es limpiar el viñedo de elementos que puedan causar el ataque de enfermedades que son perjudiciales para la vid, como los hongos.

Las heladas, por ejemplo, ayudan a mitigar hongos que se alojan en las partes leñosas de la planta y en el suelo. El invierno es el momento de bajar los alambres, se retiran las ataduras del emparrado y también se arreglan los postes dañados.

El invierno es la época en la que la vid se encuentra en periodo de reposo vegetativo, la savia deja de circular por la cepa. El trabajo más importante durante estos meses es la poda de invierno que, en función de la decisión de la bodega o del viticultor, se extiende entre diciembre y marzo.

La poda es una de las tareas más complicadas en el campo, pues afectará a cómo se desarrollará la posterior brotación en primavera. Una mala poda no solo puede arruinar la cosecha venidera, sino también a la de los años sucesivo.

Si un año ha sido especialmente complicado climatológicamente hablando, la poda de invierno deberá realizarse de forma aún más cautelosa, ya que las heladas o el granizo suelen dañar varas y pulgares sobre las que se había trabajado con anterioridad.

Abono orgánico natural del suelo

Después del ciclo vegetativo, el suelo y las cepas sufren carencias, ya que se han sometido a un gran estrés. El terreno necesita volver a recuperar los nutrientes que ha aportado durante los últimos meses, normalmente elementos como potasio, fósforo o nitrógeno.

El aporte de dichos nutrientes se puede realizar mediante un abonado artificial o de manera natural. En este último caso, la práctica es cultivar ciertas especies, como leguminosas o cereal, para que cuando se descompongan, los elementos minerales que aportan al suelo vuelvan a alimentar a las cepas.

Otra buena opción es recuperar un nivel adecuado de nutrientes para las plantas mediante el aporte de abono orgánico, a partir de estiércoles de origen animal.

Por último, el invierno también es la temporada para hacer un repaso general en el viñedo y comprobar si hay plantas secas, analizar si es preciso arrancar algunas cepas enfermas y realizar los análisis de suelo pertinentes para empezar a organizar nuevas plantaciones.