En multitud de ocasiones hemos escuchado esta infinita pregunta: “Y qué es mejor, ¿el roble americano o el roble francés?”. La cuestión no tiene una respuesta concreta, pues todo depende del tipo de vino que se quiera conseguir.

Antes de comenzar con las características propias de cada tipo de roble, es interesante aclarar que no todos los vinos ‘valen’ para envejecer en barrica. Primero es necesario elegir una variedad de uva adecuada y controlar su maduración con vistas a su posterior paso por madera. Por lo tanto, la elaboración de un vino con crianza en barrica empieza en el viñedo.

Además, tampoco hay que perder de vista que no sólo es importante el ‘país’ de origen de la barrica – nos referimos a roble americano o francés- sino también otras características de la procedencia de la madera, como puede ser la zona, la altitud o el bosque.

Existen otra serie de factores que también indicen en el resultado final del vino: el secado de la madera, el tostado de las barricas, el año de las mismas, su conservación (temperatura y humedad) e incluso la formación de las duelas según su corte y curvado.

Sin embargo, sí que se pueden definir una serie de características propias de cada uno de los tipos de roble.

El roble americano está más indicado para crianzas cortas, ya que los poros son mayores que los del roble francés y permiten un intercambio de oxígeno mucho más rápido (lo que llamamos proceso oxidativo).

La cesión de componentes tánicos y aromáticos de la barrica de roble americano al vino se realiza con mayor rapidez que en el caso del roble francés por lo que, en teoría, el vino está ‘hecho’ antes.

En boca, las barricas de roble americano otorgarán al vino aromas más exóticos y explosivos que el roble francés, como el coco, café, cacao o el tabaco. Existe otra razón, más frívola, por la que decantarse por el roble americano: su precio es sustancialmente inferior.

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En cuanto al roble francés, podemos distinguir dos zonas de procedencia: Por un lado los bosques de la zona centro (Allier, Tronçais…) y noroeste (Vosgues, Bourgogne)  y, por otro lado, los bosques de la zona centro oeste y sur (Limousin). Las barricas procedentes de la primera zona son las más apreciadas (y caras), sobre todo de Allier, donde los árboles son altos y delgados.

Los poros de las barricas de roble francés son mucho más pequeños que los del americano, así que la microxigenación e intercambio de compuestos se hace más lentamente.

Podría decirse que el roble francés es más elegante, equilibrado y respeta más los aromas varietales. El vino gana en armonía y sutileza. Los aromas que confiere al vino también son distintos a los del roble americano, encontraremos notas a vainilla, frutos secos, aromas especiados y toques balsámicos.

En Bodegas Comenge empleamos ambos tipos de madera. Si bien, para Comenge usamos un 85% de roble francés y un 15% de americano; mientras que para Don Miguel Comenge preferimos apostar por un envejecimiento en barrica nueva sólo de roble francés durante más de 18 meses.

No obstante, es primordial controlar detenidamente el proceso de crianza en barrica, pues lo que se busca es que el vino gane en complejidad, limar su astringencia sin perder los aromas varietales, que la fruta esté presente.

Un proceso de crianza en tiempo record puede resultar en un vino con excesiva presencia de aromas a roble, con una tanicidad molesta que secará la boca y donde la fruta habrá desaparecido. La paciencia es la madre de la ciencia.