¿Se han preguntado alguna vez qué vinos toman los sacerdotes durante la Eucaristía? No cabe duda que el vino juega un importante papel en la historia de la religión Cristiana. Una bebida que se bendice, que aparece en diversos pasajes de la Biblia.

Sin duda conocemos el pasaje en el que Jesucristo transforma el agua en vino en una boda celebrada en Caná de Galilea; al igual de su importancia en la última cena, cuando el predicador les recita a sus discípulos “tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre…”.

El vino en el Evangelio es un emblema de bonanza, una parte fundamental de la alimentación junto al pan o al aceite; un símbolo de amistad, de amor entre los hombres. Si bien es cierto, son varias las referencias en las escrituras sagradas que aconsejan beberlo con moderación.

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Pero, ¿vale cualquier vino para Misa? No, no sirve cualquiera. Y su definición no va ligada al precio, ni a los meses de barrica, variedades o puntuaciones. Una de las características fundamentales del vino de Misa es que debe ser un vino natural, sin aditivos.

Las normativas de elaboración del vino de Misa para la Iglesia Católica se regularon en los concilios de Florentino y de Tridentino; pero fue un padre jesuita quien en 1944 publicó el libro ‘El Pan y el Vino Eucarístico’ donde recoge una estricta normativa sobre la elaboración de vinos aptos para la consagración.

Los vinos para Misa deben proceder exclusivamente de vitis vinífera de cualquier variedad, pero no son válidos si proceden de vides salvajes. La normativa dice que se prefieren los vinos dulces, por aquello de que los sacerdotes deben tomarlo en ayunas y de esa manera les facilita su fácil consumo, aunque también pueden ser vinos secos. La variedad italiana Moscato es muy común para elaborar vinos de Misa.

El contenido en azúcares debe provenir de forma natural, no se permite la chaptilización, ni la adición de mosto o mistelas antes de la fermentación; aunque sí se permite la pasificación de la uva. Durante la Eucarística sí que está permitido añadir un poco de agua o mosto al vino, ya que normalmente presentan alta graduación alcohólica. Tampoco está admitida la adición de alcohol, excepto para parar la fermentación alcohólica y dejar una importante cantidad de azúcar residual.

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Es interesante señalar que el vino eucarístico debe ser fermentado con levaduras naturales, excepto cuando haya problemas con el arranque de la fermentación alcohólica, y no se permite el uso de aditivos como colorantes y conservantes –por ejemplo el sulfuroso-, excepto algunos naturales como la clara de huevo.

Con respecto a las variedades, como hemos comentado es usual que el vino de Misa se elabore con Moscato por su dulzor, pero también depende de la zona de producción. En la Iglesia Católica se prefiere el vino de uvas blancas, bien maduras, mientras que en la Iglesia Ortodoxa se apuesta por el vino tinto debido a su parecido con la ‘sangre de Cristo’. La religión judía también tiene su propio vino, el Kosher, pero de él hablaremos en un próximo post.