Son muchas las creencias y falsas ideas que se tienen acerca del vino rosado. Es un vino del que es fácil confundir su origen o incluso su método de elaboración. Se ha llegado a decir de él que lo beben aquellos a quienes el vino tinto les parece demasiado fuerte; de él, se ha dicho incluso, que tiene menos fuerza. Nada más lejos de la realidad.
El carácter y el cuerpo del vino rosado, nada tienen que envidiar al del vino tinto o al de cualquier otra variedad. “Carmen”, nuestro nuevo vino rosado, contiene la belleza, la sabiduría, la resistencia y el carácter amable de una viña madura. Este vino homenajea a aquellas generaciones de viticultores que respetaron y cuidaron la biodiversidad de su viña, para que sus vinos se puedan seguir disfrutando en el futuro. Es un merecido homenaje también a Carmen Fuentes, esposa y compañera de vida de Jaime Comenge, fundador de la bodega.
En Hontoria de Valdearados se encuentra la viña centenaria con cepas de uva blanca Albillo, que puede encontrarse en los vinos clásicos de la Ribera de Duero, el clarete. “Carmen” mezcla el Albillo con uvas tintas como el tempranillo, la garnacha y la valenciana, consiguiendo un vino elegante y aromático.
Origen del vino rosado
No es casualidad que el origen del vino rosado se encuentre en la Provenza francesa, región vitivinícola más antigua de Francia cuyos primeros vinos fueron precisamente rosados. El conocimiento y la experiencia de quienes se dedican al vino, de quienes tratan a cada una de sus viñas con el mimo que necesitan para que éstas respondan con generosos racimos susceptibles de transformarse en un vino de carácter, supieron desde el principio la necesidad de encontrarle un nombre tan intenso como fresco y auténtico.
Y así, el nombre de Carmen, cuyo significado tiene que ver con la cercanía y el afecto, no puede dejar de asociarse con el tesoro en que se han convertido las viñas para sus viticultores.
Sin embargo, el vino rosado no fue siempre llamado de esta forma, ni asociado a las cualidades que posee. Hasta hace unos cincuenta años no se le asociaba a ninguna variedad definida y tuvo que enfrentarse a quienes decían de él que no era ni tinto, ni blanco. Hoy, ese vino rosado del que se decía alegremente que ‘iba con todo’, se ha afianzado; se ha hecho un hueco en el mercado y se ha destacado por los mismos atributos que encierra la etimología del nombre con el que Comenge lo ha bautizado.
El vino rosado es auténtico y su versatilidad le permite poseer una gran personalidad y al mismo tiempo, su calidad le otorga fuerza sin olvidarse por ello de la elegancia de su gusto; le otorga presencia y, sin embargo, es sutil. Todos y cada uno de sus atributos se resumen en una sola palabra: Carmen.
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