Desde hace meses asistimos a diversas ‘declaraciones de intenciones’ de distintas zonas vinícolas en España que buscan la zonificación e incluso la creación de nuevas denominaciones de origen atendiendo a criterios más profundos que una mera línea geográfica o la aseguración de una cierta calidad de los vinos por parte de los Consejos Reguladores al consumidor final.

Pero, ¿qué quiere decir ‘zonificación’? No es otra cosa que el acotar o diferenciar subregiones dentro de las denominaciones de origen ya existentes. La diferencia con las DOs es que estas zonificaciones se realizarán teniendo en cuenta criterios muy concretos, como pueden ser el tipo de suelo, prácticas culturales tradicionales, la elaboración con variedades de uva autóctonas y muy minoritarias o incluso la procedencia por municipio, esto es, los ‘vinos de pueblo’.

El objetivo de las zonificaciones no es otro que buscar la singularidad de los viñedos y los vinos, así como poner en valor el terroir y una clara apuesta por la calidad. Un ejemplo muy claro (aunque en este caso aún no se ha puesto encima de la mesa ningún asunto relativo a la zonificación) podría ser el caso de la D.O. Rueda, que comprende municipios de las provincias de Valladolid, Segovia y Ávila. A estas alturas es ya más que evidente que un verdejo de La Seca (Valladolid) no presenta las mismas características que su homónimo en Nieva (Segovia), debido al tipo de suelo, climatología y la adaptación de la variedad a la zona.

En Castilla y León existen varios ejemplos donde se está apostando por la zonificación de las comarcas vinícolas. Uno de esos casos es el de la D.O. Bierzo, que ya ha puesto en marcha un plan para subdividir la denominación de origen empezando por los pueblos, para después seguir por los parajes y, por último, poner en valor viñedos muy concretos que sobresalgan por su gran calidad. De esta forma, siguen el camino que desde años marca la D.O. Priorat, donde existe una gran diversidad de terroir.

Recientemente la D.O. Sierra de Salamanca aprobó en el pleno del Consejo Regulador el desarrollo de la nomenclatura ‘vinos de pueblo’, con el fin de poder determinar (y con la posibilidad de reflejarlo en las etiquetas) de qué villas concretas proceden cada uno de los vinos.

La D.O. Ribera del Duero también se puso sobre la mesa la propuesta de elaborar de un estudio de suelos con el fin de distinguir aquellos de más calidad y más aptos para el cultivo del viñedo. Esto no es nada nuevo, ya que lo que se está llevando a cabo es una adaptación del modelo francés (ver directrices del Observatorio Internacional del Vino).

Imagen del C.R. de la D.O. Sierra de Salamanca

Imagen del C.R. de la D.O. Sierra de Salamanca

También en la Comunidad, en concreto al sur de la provincia de Ávila, se ha tratado de dar un paso más allá con la creación de la D.O. Sierra de Gredos. Algunos viticultores apuestan por la creación de una Denominación de Origen singular que aglutine los vinos elaborados en esta agreste zona que se extiende por Madrid, Toledo y Ávila, donde las variedades garnacha y albillo real son las reinas.

¿Cómo le afectarían estas zonificaciones al consumidor final? Lo cierto es que no afectarían en cuanto a la calidad – todo lo contrario- sino que se trata de una cuestión de comunicación. Es cierto que todas esta referencias podrían causar quizás algo de confusión, teniendo en cuenta que muchos neófitos en la materia aún no entienden las diferencias entre las distintas figuras de calidad, pero también es cierto que ayudaría a conocer la procedencia real de los vinos de los vinos que disfruta y potenciar los viñedos de calidad.