El vino ha jugado un papel fundamental en la historia de la humanidad desde sus inicios. Y si bien ha sido compañero de momentos llenos de celebración (bodas, promociones, quedadas de amigos, etc.) también ha estado presente en las páginas más oscuras de nuestro pasado. No hay más que echarle un vistazo a nuestra historia para ser testigos de las terribles tragedias a manos del ser humano. Guerras y muerte. Hambre, injusticia, tortura y crueldad. Pero teñir el pasado de rosa es de necios. Sabio es aquel que encuentra la fuerza para mirar tras el velo. Sabio es aquel que hace frente a lo blanco, lo negro y lo gris; a lo bello y a lo no tan bello. Con ojos libres de prejuicios y ansia de conocimiento en sus corazones. Porque del pasado se aprende. Y la historia es conocimiento. Y el conocimiento es poder.

El vino en los conflictos de la Antigüedad

El vino, gracias a su gran sabor e incontables propiedades y beneficios, ha sido motivo de saqueo y conflicto desde hace siglos en las tierras del Mediterráneo. El vino era tan valorado en las sociedades de la Antigüedad que tanto griegos como romanos tenían un dios del vino, así como había dioses que gobernaban sobre los océanos, la tierra, el amor o la guerra. Y aunque se trataba de un bien tan preciado que era símbolo de celebración, muchos horrores (saqueos, ataques en altamar, peleas y engaños) tuvieron lugar con el vino como botín.

El vino en la Primera Guerra Mundial

Trágicamente, la historia consiste en una hilera de guerras, una tras otra, en todos los recovecos del planeta. ¡Con decir que hubo una guerra que duró más de 100 años! A veces, antes de la batalla, a los soldados se les ofrecía un trago de vino para calmar los nervios y entumedecer los sentidos. Sin embargo, en la Primera Guerra Mundial esta práctica se volvió algo regular. Tanto que en algunas tropas (por ejemplo las filas francesas) el vino formaba parte de la dieta diaria de los soldados. De manera oficial los soldados tenían derecho a media botella de vino diaria como parte de su alimentación.

La gran demanda de vino durante la Primera Guerra Mundial (¡miles de soldados debían ser alimentados!) provocó una escasez y dificultad en su producción. La tierra quedó yerma y no había suficiente mano de obra. Con prácticamente toda la población masculina en combate o enterrada bajo tierra, los campos se llenaron de mujeres, niños y ancianos para continuar con su cultivo.

El vino en la loca década de los 20

Tras la guerra todo el mundo quería dejar atrás los horrores vividos y el alcohol se convirtió en la mejor manera de olvidar las penas y dejarse llevar por la brillante alegría acompañada del jazz y el charlestón. Europa quería celebrar y no pensar en el ambiente sombrío de antaño.

El vino en la Segunda Guerra Mundial

Durante la Segunda Guerra Mundial el papel del vino fue incluso más importante que durante la primera. Especialmente el vino francés. Este se convirtió en un tesoro para las tropas alemanas. Mientras que los nazis arrasaron sin piedad tierras y territorios (como todo bando hace), su paso por Francia fue mucho más tranquilo. Esto se debe al estatus que el país representaba. Era la tierra del amor, la moda, el glamour y el vino. El vino era tan codiciado por las tropas alemanas que un suministro de botellas tenía casi más valor que uno de munición, ya que elevaba la moral de los soldados de manera considerada.

Como respuesta, los viticultores franceses utilizaron pequeños truquillos y estratagemas para oponerse al ejército nazi. El desabastecimiento causado por la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión de los años 30 tuvo como consecuencia que a principios de los años 40 hubiese una producción de vinos de menor calidad. De todas formas, los franceses exageraron la gravedad de la situación. No solo refugiaban judiós y comida en escondites secretos, sino que el mejor vino también se ocultaba para que no cayese en manos enemigas. Entre las gamberradas francesas cabe destacar vender vinos jóvenes como vinos más añejos y de mayor calidad utilizando etiquetas falsas e incluso añadiendo polvo y telarañas a las botellas como prueba de su antigüedad. Así como cambiar el contenido por agua. Tales eran las artimañas que algunas tropas nazis incluso llegaron a intoxicarse tras consumir Champagne de mala calidad.

Cuando Francia cayó en manos alemanas, en junio de 1940, se estableció un precio obligatorio para la venta del vino en Francia. El suministro de vinos a los alemanes fue especialmente prominente en la región de Champagne. Sin embargo, para evitar los errores cometidos en la Primera Guerra Mundial (muchos soldados alemanes murieron intoxicados por consumir champán todavía en proceso de fermentación), los alemanes se aseguraron de traer especialistas que supervisaran el proceso de producción. Su tarea era actuar como mediadores entre la insaciable demanda alemana y los viticultores franceses. Aunque los diferentes testimonios indican que en general las negociaciones fueron amables y pacíficas, la visión de estos mediadores era la siguiente: “mi labor es comprarte vino, pero si te niegas te obligaré a que me lo vendas”.

El vino al final de la guerra

1945 fue el año de la victoria y la mejor cosecha de vinos franceses. No solo eso, para los viticultores marcó un antes y un después en la producción de vinos. El comienzo de una nueva era. La maquinaria se modernizó y se implementaron nuevas estrategias de márketing. El final de la guerra simbolizó el inicio del siglo XX en el mundo del vino.

Es importante e interesante ser conocedor de estos pequeños detalles de la historia ya que son nuestro pasado, forman parte de nuestra cultura y persona. Es más, ser consciente de la importancia del vino durante estos tumultos tiempos hace que uno aprecie más su consumo; su producción y compra; su sabor, olor y textura.

En Comenge queremos abrazar el futuro sin darle la espalda al pasado. Nuestros vinos son símbolos de tradiciones y momentos de antaño que jamás deben caer en el olvido. ¡Échale un vistazo a nuestro catálogo de vinos en nuestra página web!