Pocos enólogos y bodegueros dejarán de pasear por los viñedos controlando cada detalle, pero cada vez se aplica más tecnología a la agricultura, que ayuda a realizar una gestión más inteligente y eficaz de los tiempos, recursos, suministros y de la inversión económica.
Aunque la viticultura tenga su historia, su tradición y su arraigo a la tierra, siempre hay que estar a la última y avanzar, sobre todo si con ello se consiguen mejoras y ahorro.
Hay muchas bodegas reacias a los cambios, también por la inversión que requieren, pero en Bodegas Comenge hemos optado por invertir en I+D+i desde nuestros inicios.
¿Qué es la agricultura de precisión?
Se trata de utilizar tecnología avanzada para gestionar los cultivos, que permita recabar datos útiles mediante la observación y medición de todas las variables que intervienen en el proceso del cultivo. Se aplica a la agricultura, en general, y a la viticultura, en particular.
En este caso se controlan factores como clima, suelo, variedad, sistemas de conducción, superficie foliar activa y hasta el tiempo desde el envero a la maduración. Todo con el fin de obtener la uva de mayor calidad en cantidad.
Aplicación de la tecnología
Sistemas GPS, sensores, aplicaciones informáticas y tecnología de observación remota.
Se puede comenzar a aplicar la tecnología a pequeña escala, centrándose principalmente en la instalación de sensores en las parcelas: desde las estaciones meteorológicas, a sensores de humedad, pluviometría, dirección del viento… que aportan información para estudiar el estado del cultivo, en este caso, de la vid. Es lo que se conoce como tecnología de tasa variable (VRT), aquella que ayuda a controlar con precisión la utilización de recursos y materiales en zonas definidas de las parcelas.
La tecnología GPS se utiliza para realizar muestreos del suelo y comprobar nutrientes, nivel de pH para optimizar la siembre y la fertilización.
Las aplicaciones informáticas ayudan a integrar los datos obtenidos por otros sistemas, apoyándose en el sistema de información geográfica GIS. Con ellas se pueden establecer planes más precisos que reduzcan costes y aumenten rendimiento.
Y la tecnología de observación remota, que se refiere al uso de drones y satélites. Con ellos se obtienen imágenes que ofrecen tal cantidad de información sobre la vid, que es imposible que la experiencia y conocimientos del ser humano alcancen esa precisión.
Los drones en el viñedo
Con los datos que recogen los drones, el viticultor puede detectar plagas, evaluar la situación de cada planta, establecer puntos de poda óptimos o hacer un uso consciente y racional del agua, de abonos o tratamientos fitosanitarios. En tiempo real y en su propio ordenador, tableta o teléfono móvil.
Muchos pensarán que nadie mejor que los propios viticultores para conocer a la perfección sus plantas, pero estos sistemas de precisión recogen información de cada una de ellas a vista de pájaro, algo difícil de obtener a pie de tierra y que se escapa al ojo humano.
¿Qué tipo de información recogen?
Los drones incorporan cámaras multiespectrales y sensores geotermales que captan imágenes de gran calidad. Aunque el viticultor pase por la planta muchas veces al día, el dron puede hacerlo hasta mil, por tanto recoge datos de cada centímetro del viñedo y de la vid. Esto permite analizar de una manera muy precisa los rendimientos.
Aportan información de absolutamente todo: mapas de humedad, posible déficit de nutrientes, variaciones de color en las hojas, la existencia de alguna plaga, la aparición de malas hierbas…
También detecta zonas de calor y aporta datos sobre el estrés hídrico y llegan a crear mapas por colores que indican el estado de maduración de las uvas, que puede ser diferente en cada área. Esto permite vendimiar por zonas y no por filas, por ejemplo.
Cuando hablamos de precisión, nos referimos a exactitud casi milimétrica y con un margen de error muy bajo. Un rigor que aportará aún más calidad al proceso de elaboración y al resultado final: el vino.
Viticultura del futuro
Además de los drones, ya hay satélites sobrevolando y analizando las viñas. Ellos además dan predicción meteorológica, con lo cual sabríamos cuándo regar y en qué zonas. De esta manera, se gastaría agua en función de las necesidades y podríamos determinar con exactitud el momento óptimo para vendimiar.
También se han dejado ver en algunos rincones del mundo, los robots en los viñedos. Mediante sensores de visión infrarroja, lograr trabajar de noche. Detectan plagas, eliminan malas hierbas, realizan tratamientos localizados y hasta son capaces de medir la temperatura de la vid.
Beneficios de la precisión
El principal es optimizar la viticultura en cantidad y calidad, aplicando los recursos justos y necesarios, en el momento y lugar exactos. Y estos sistemas aportan, cada vez con mayor exactitud, información muy valiosa para el productor.
Con la información que aportan estos sistemas, solo se gasta en lo que requiere y precisa cada planta y ahorra en el consumo de energías, fertilizantes, agua…. Reducimos el gasto económico y el impacto medioambiental. Respetamos la planta y alargamos su vida.
¿Es necesario adaptarse al cambio?
Rotundamente, sí. Nuestros viñedos peligran con el cambio climático y la optimización de los recursos solo puede derivar en beneficios para la planta, el viticultor, la bodega y el consumidor.
Y como decía Darwin: “las especies que sobreviven no son las más fuertes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”.
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