lenguaje catasLa forma lingüística, el tono y el léxico de las catas y valoraciones de los vinos han variado sobremanera en las últimas décadas. No obstante, fue a partir de los años 70 cuando el vino en España comenzó a considerarse una bebida de disfrute y ocio. Antes de eso, el vino era una parte más de la alimentación, un fermentado de uva con muchos nutrientes que saciaba la sed y las necesidades de los jornaleros en el campo.

Ya en las antiguas civilizaciones los vinos se conocían en función de su origen y eran mejor o peor valorados por ello.  Por ejemplo,  Plinio el Viejo, en su obra ‘Naturalis Historiae’, dedica un libro entero a describir las diferentes variedades de uva existentes en la época.

Como pudimos comprobar en un anterior post sobre la evolución de los anuncios en España,  en los años 20 y 30 incluso las palabras empleadas para vender vino estaban relacionadas con sus valores medicinales. Después, en los 50 y 60, la procedencia de los vinos era el aspecto que más se puso en valor.

Sin embargo, si hay que buscar un referente con respecto a notas de cata y descripción especializada de los vinos, sin duda hay que mirar a Francia en 1980 y la publicación de la primera edición del famoso libro ‘El gusto del vino’, de Emile Peynaud. Fue el enólogo a investigador francés quien estableció las bases de una metodología  de análisis sensorial, con un vocabulario específico y un esquema de notas de cata que se sigue usando en la actualidad: fase visual, fase olfativa, fase gustativa y valoración global.

Las descripciones de los vinos no incluían mucha parafernalia o recursos estilísticos, sino que, básicamente, se trataba de una enumeración de adjetivos y una conclusión. Esta manera de describir los vinos se sigue empleando hoy en guías especializadas como la Guía Peñín o Guía Gourmets, así como en formaciones especializadas como The Wine & Spirit Education Trust (WSET)  – salvando las distancias-.

La diferencia en las guías especializadas es que la valoración final de los vinos va acompañada de una puntuación. ¿Quién no ha escuchado hablar de los famosos ‘Puntos Parker’?

En los años 90 vino se comenzó a convertir en una bebida asociada a las clases altas de la sociedad y eso también se reflejó en el lenguaje de las notas de cata. Más que descripciones de los vinos, las notas de cata parecían (hoy, muchas lo siguen pareciendo) textos de estilo literario-rococó donde se empleaba un lenguaje rebuscado, poco entendible para todos los públicos y, ciertamente, snob en numerosas ocasiones.

Me recuerda a cuánto era pequeño e iba por el campo cuando acababa de llover”, seguro que alguna vez has escuchado una comparativa similar en una cata. Es lo que ahora tratamos de evitar, en pro de un lenguaje más aclaratorio, sencillo y universal.

Quizás por esa herencia, aún en la actualidad se tacha al sector del vino de usar un lenguaje alejado de aquel que emplea el consumidor. El vino se ha ‘democratizado’, la oferta en tan inmensa que hay etiquetas para todos los gustos y bolsillos. Por eso es preciso adaptar la comunicación del vino, como explicaremos en el siguiente post.