Dicen que el vino también llora, pero que no lo hace de pena: se refiere al recorrido que dibujan las gotas que lentamente resbalan por la copa, formando columnas irregulares a las que se les llama “lágrimas” o en algunos países, como es el caso de Francia, “las piernas del vino”, un espectáculo visual del vino que no tiene que ver necesariamente con su calidad. Al parecer, las dosis de alcohol, restos de azúcares y glicerina que componen el vino dejan rastro en estas gotas que se deslizan por nuestra copa y que suelen hipnotizar a quien las mira.

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La forma, la mayor o menor rapidez a la que avanzan, el color; todos ellos dan pistas sobre el vino que vamos a consumir; nos hablan de su fluidez y de sus grados. Dicen también quienes han estudiado este proceso, que hay un cierto paralelismo entre los grados de alcohol, la intensidad y la densidad de la gota o lágrima que recorre la copa.  El etanol o alcohol etílico y el glicerol influye directamente en la densidad del vino, son directamente responsables de un hecho que ha inspirado a más de un enamorado del vino y de la cultura que gira a su alrededor.

DON MIGUEL COMENGE 2009 EN EL RESTAURANTE ILLUNBE

Pero a pesar del aire evocador y onírico con el que pueda ser asociado el término lágrima del vino, existen otra serie de factores que debemos considerar al describirla y que, lejos de favorecer cualquier bonita metáfora, nos hacen ‘tocar tierra’. Y es que, en las idas y venidas de estas pequeñas gotas que parecen tener vida propia, influyen factores tan ‘terrenales’ como los posibles restos del material empleado para lavar la copa, el tipo de cristal del que está hecha o la temperatura del cristal que la forma.

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Hay que remontarse a mediados del siglo XIX para dar con uno de los primeros responsables del estudio de tan singular proceso. Carlo Marangoni, al cual debe su nombre el efecto que produce el vino cuando se sirve en una copa de cristal. De ahí, que veamos a expertos en la cata de vinos mover en pequeños círculos la copa antes de probar lo que hay en su interior. Es esta una forma de comprobar la consistencia oleosa del producto, toda una práctica cuyo origen podría encontrarse en la personalidad anhelante y onírica de quien un día decidió investigar a qué se debía tan hipnótico recorrido.