Viñedo en las Islas Azores

Sí, es posible. Y en España tenemos múltiples ejemplos de plantación de viñas en suelos de origen volcánico como Lanzarote, Tenerife o Priorat…

Los elaboradores cada vez más buscan fórmulas para conseguir que sus vinos se diferencien del resto, métodos y prácticas que provoquen una sensación única en el consumidor. Un recuerdo imborrable, aromas y sabores percibidos por primera vez y que nunca se irán de la memoria.

El recuperar variedades autóctonas, minoritarias, casi extintas; volver a procesos de elaboración olvidados; el uso de materiales ‘nobles’; variabilidad en temperaturas de fermentación; tiempos, etc. Muchos son los factores que influyen en el resultado final de un vino que ayudan a crear ese momento mágico.

Pero dentro de todos esos factores, existen algunos que no están al alcance del control total del hombre, sino que llevan en un lugar años y que evolucionan con el tiempo. No es otra cosa que el suelo, el clima, el entorno… Lo que llamamos ‘Terroir’.

La máxima de los viticultores y enólogos es lograr que sus vinos sean el reflejo del Terroir, la expresión de un entorno, de una historia, de un patrimonio natural, de unas prácticas culturales concretas. Lo que en Bodegas Comenge denominamos ‘trasladar el paisaje a una copa de vino’.

Desde luego, existen condiciones que favorecen sobremanera la expresión de este Terroir, es el caso de las particulares características del Pago de las Hontanillas de Bodegas Comenge, de donde procede la uva para elaborar el vino Don Miguel Comenge.

La mineralidad de los suelos volcánicos

El suelo volcánico, es sin duda, una de esas características que le aportan un ‘algo’ especial a los vinos. ¿Y de qué se trata ese ‘algo’? Pues ni más ni menos que la frescura y mineralidad que ofrece ese terruño a los vinos, entre otros muchos valores.

Los suelos volcánicos se presentan en distintos tamaños (arena -la más frecuente- pequeñas rocas…) y son ricos en micronutrientes pero pobres en otros elementos como el fósforo o el nitrógeno. Sin embargo, la evolución de estos suelos a través de cientos de años, en los cuales se han erosionado y han dado cabida a la vida de hongos y bacterias, hacen que sean muy apreciados para el cultivo de la vid.

Además, estos tipos de suelos procedentes de la actividad volcánica son resistentes al ataque de la Filoxera debido a su composición. Pero, por otro lado, debido a su porosidad, son capaces de aprovechar los nutrientes, como el agua.

Por otro lado, aunque este tipo de suelo suscita cierto interés para la elaboración de vinos singulares, el cultivo de la vid y los trabajos de viticultura no son nada fáciles de desempeñar.

Las cepas, en el caso de áreas vitivinícolas como Lanzarote, Tenerife o Islas Azores, crecen en enormes hoyos excavados, que pueden alcanzar los tres metros de diámetro.  A esto hay que añadir, en ocasiones, las pendientes y la altitud, como ocurre en los viñedos ubicados a la falta del volcán Etna, en Sicilia.

Como podréis imaginar, las labores de poda, vendimia y otras no resultan nada sencillas; pero el resultado puede ser realmente fascinante.