Si hace unos días compartimos en este blog la historia de los lagares rupestres – para qué servían y dónde es posible encontrarlos – hoy queremos poner en valor dos tipos de ‘edificaciones’ típicas que es común encontrar en zonas de gran tradición vitivinícola: Las guardaviñas y las zarceras.

Las guardaviñas

Se trata de construcciones de piedra en forma de cono que eran utilizadas por los agricultores para refugiarse antes las inclemencias meteorológicas.

Se trata de pequeñas ‘cabañas’ de una sola planta, normalmente circular, en la que apenas se utilizaba argamasa para su edificación. Es decir, primero se formaba un zócalo consistente que sujetaba la formación superior y, encima de éste, se iban colocando las piedras hilera tras hilera sin emplear una masa que las sustentara o pegara unas con otras.

Las guardaviñas también disponen de una pequeña puerta de entrada y una ventana en la parte de atrás pues, además de emplearse por agricultores, los ganaderos también hacían uso de ellas. Estos chozos asimismo se aprovechaban incluso como neveras, por lo que no hay duda de que representan un gran valor etnográfico.

La proliferación de estas construcciones se dio en el siglo XIX, precisamente después de la filoxera y la replantación de miles de hectáreas de viñedo en el sur de Europa. En España, es muy común encontrarlas en la Denominación de Origen Ribera del Duero, pero también, y, sobre todo, en Rioja.

De hecho, en la Sierra de la Demanda, en la Rioja Alta, existe una Ruta de las Guardaviñas que recorre parte del Valle del Río Cárdenas. Algunas de ellas, se sitúan en lo alto de viñedos, desde donde se vislumbra un paisaje privilegiado.

Las zarceras

Las chimeneas o zarceras son los respiraderos de las bodegas subterráneas y, por lo tanto, también son típicos de poblaciones con una antigua tradición vinícola.

Las zarceras normalmente se ubican en el caso urbano de las localidades, como ocurría en Aranda de Duero, o en las inmediaciones de este. Muchísimos son los ejemplos de la existencia de zarceras que se pueden encontrar en la Denominación de Origen Ribera del Duero, aunque muy pocos cumplen la función para que fueron creadas las zarceras.

Antiguamente, las bodegas contaban con una salida al exterior para permitir la escapatoria del dióxido de carbono que se desprende durante la fermentación de los vinos. Las chimeneas también se usaban en algunos lugares para introducir las cajas de uva en los lagares o como reales chimeneas cuando se hacían pequeñas hogueras en los túneles de las bodegas subterráneas.

El hecho de tener escapatoria al exterior permite la circulación y renovación del aire en el interior de las bodegas, lo que ayuda a mantener unas condiciones de temperatura idóneas y homogéneas durante todo el año.

En la actualidad en numerosos pueblos de nuestra provincia como Traspinedo o Villabáñez las zarceras siguen en uso como reales chimeneas para permitir la salida del humo cuando se asan los famosos pinchos de lechazo o barbacoas.

Tanto las guardaviñas como las zarceras son vestigios vivos de la tradición vitivinícola de nuestro país, un patrimonio cultural e histórico que debemos mantener y no dejar en el olvido.