Para disfrutar verdaderamente el momento que nos regala una buena copa de vino, solemos acompañarnos de otros placeres. Una buena compañía, una buena comida, un lugar especial. Sin embargo y, a pesar de que asociamos ese momento a este tipo de alegrías, hay otros factores que, aunque silenciosos, están también presentes y que se encargan de que tan grato momento sea aún más encantador. Uno de ellos no es ni más ni menos que el sentido del oído, íntimamente ligado al sentido del gusto. Hoy os vamos a hablar de un concepto poco conocido pero muy interesante, el maridaje entre música y vino.

Maridaje entre música y vino

¿Por qué una copa de vino pide un determinado tipo de música? Si los grandes de la cocina como Ferrán Adriá reconocen que la música influye notablemente a la hora de experimentar los sabores e incluso un estudio realizado por la Universidad de Oxford parece confirmar la teoría de que el oído permite saborear los alimentos, ¿no puede pasar lo mismo con el vino? La lógica apunta a que la música de la que nos acompañemos y, por lo tanto, nuestro oído repercute directamente en cómo disfrutamos del vino y con él, en nuestro sentido del gusto.

Si la percepción de frescura y la textura de los alimentos está relacionada con el sabor que éstos nos producen al ingerirlos, el sonido del vino al ser decantado, la belleza y la elegancia de su color, deben hacerlo de la misma forma cuando lo consumimos. La botella, su sonido seco al ser descorchada y el sonido de la caída del vino al ser servido en la copa; ambos inconfundibles y ambos piden a menudo más música mientras ponen a trabajar a cada una de las células encargadas de despertar nuestro sentido del gusto.
¿Quién no ha asociado un momento inolvidable a una canción, a una copa de vino y a un menú especial? Van unidos, son inseparables, como lo son los propios sentidos. Lo dicen los especialistas, en concreto el especialista estadounidense en neurodesarrollo infantil Berry Brazelton: el oído y el olfato son las formas ideales para estimular el desarrollo mental y físico cuando somos pequeños. Quizás sea esa la clave, el recuerdo permanece, el estímulo inicial se reactiva con el tiempo con otras formas de música y olores propios de la edad adulta. Empezamos a descubrir y a asociar algunas percepciones a momentos especiales.

El oído y el gusto

¿Quién no ha descorchado una botella de vino inmediatamente después de que empezara a sonar una canción? Y viceversa, ¿quién no ha puesto esa canción inmediatamente después de dar el primer sorbo?

Hay música que pide champán, la hay que pide un vino más “serio”, con más solera y tradición; la hay que pide un vino ligero, fresco, como para poner la guinda a una tarde animada donde la música de fondo se mimetiza con la copa y el vino fresquito que comparte mesa, además, con algún dulce. No solemos ser plenamente conscientes de la importancia de estos pequeños acompañamientos. Los tomamos como algo natural, normal, agradablemente obligados, pero sobre los que reflexionamos poco. Ni siquiera nos preguntamos si de no escucharla, el vino que consumimos y que tan importante es, tendría un sabor diferente.

Tienen que ser especialistas, en principio ajenos al sector del vino, los que nos ayuden a traer a la conciencia todo aquello que repercute en la forma de vivir el vino. Las teorías, siempre interesantes, sobre la relación entre unos y otros sentidos, nos avivan aún más el interés por descubrir y mejorar nuestra experiencia y nuestro aprendizaje en materia de vino, de sabores, olores y sonidos. Ya sabemos que son muchos los artistas que le han dedicado sus obras: pintores, escritores, músicos, cineastas… Cuántos poemas llevan su nombre, en cuántas canciones de todas las épocas sus letras bailan alrededor de una botella de vino y, cuántos diálogos han tenido lugar sentados a una mesa presidida por otros tantos chatos de vino. Habría que preguntarse, quizás, qué música acompañaba a qué vino en el momento de la inspiración de sus creadores.

Está claro, el maridaje entre música y vino iguala en importancia a otros. Solo depende del momento. Él, el vino es quien decide, quien elige si prefiere una compañía sonora o si por el contrario, es un momento para el paladar. Afortunadamente para nosotros, él, el vino de nuevo, nos permite disfrutar de todos a la vez y experimentar así, una completa explosión nuestros sentidos.